miércoles, 30 de abril de 2014

LEER, TOMAR CAFÉ, ROSAS

Un triángulo que me acerca con frecuencia a la felicidad (no entendida de forma edulcorada sino la que proporciona la vida de cada día), pero que también me conduce, a veces, a cometer errores. Ojeando novedades en una librería encontré esta novela de Agnès Martin-Lugand: La gente feliz lee y toma café, que no pude desestimar por ese título tan evocador al que solo le faltaban las rosas.


Decidí leerlo, tras acabar Ulises, en un viaje que me permitía disponer de más de cuatro horas de tren en un cómodo asiento. Dos errores: pensar que debía leer algo ligero tras Joyce y la elección de esta obra por su título. La novela resultó ser una nadería absolutamente previsible (que he visto va por la 2ª Edición). En un accidente muere el marido y la hija de Diane, ésta se aísla del mundo y no quiere aceptar la realidad. Pero algo cambiará cuando se marcha a un pequeño pueblo de Irlanda (¡¡ja!! este país me persigue).



Qué fuente de placer es la lectura cuando resulta rica, motivadora y me hace cavilar, no fue el caso de esa obra de título tentador. Sí lo fue, y lo es, la obra del gran Gabriel García Márquez que murió el  pasado 17 de abril.
La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba Melquíades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre. Rebeca esperaba el amor a las cuatro de la tarde bordando junto a la ventana. Sabía que la mula del correo no llegaba sino cada quince días, pero ella la esperaba siempre, convencida de que iba a llegar un día cualquiera por equivocación.
Leer antes de caer derrumbada en el breve sueño del mediodía, disfrutando de un café, siempre solo y sin azúcar, se convierte en un momento feliz. 

Pensando si había algo más que añadir a ese momento, aparecieron de inmediato las rosas y su evocador olor.



La felicidad no la constituye tan solo este triángulo, pero me siento feliz cuando leo, tomo café y tengo cerca rosas.

sábado, 26 de abril de 2014

ERRI DE LUCA, El día antes de la felicidad.

(…) las historias de Don Gaetano eran muchas y cabían en una persona sola. Él decía que porque había vivido en lo bajo, y las historias son  aguas que van a parar al fondo de la cuesta. Un hombre es una cuenca de recepción de historias: cuanto más al fondo esté, más recibe (p. 47).


Esta novela entró en mi lista de lecturas tras leer la elogiosa reseña de Marcelo Z. La compré en una librería de segunda mano por internet, tiene 153 páginas y el título es una especie de juego de palabras que viene a decir que hay cosas que ocurren de forma inevitable y que puede ocurrir que algo malo acabe siendo bueno y proporcionando la felicidad al día siguiente (o así lo he entendido yo).

Erri de Luca (Nápoles, 1950) es novelista, traductor y poeta. A los 18 años ingresó en la organización “Lucha continua” ligada con el importante movimiento de “Autonomía Obrera” que se desarrolló especialmente en la década de los setenta en Italia y que tuvo influencia en otros países como España. Trabajó en la cadena de automóviles de Fiat y en el aeropuerto de Catania. Empezó la carrera diplomática pero la abandonó, es un autodidacta que habla varios idiomas. Es un apasionado alpinista.


Ha escrito diversas novelas, entre ellas: Tres caballos (2002), Montedidio (2004), El contrario de uno (2005), En el nombre de la madre (2007) y la que se reseña aquí que es de 2009.

En este caso la biografía del autor resulta esclarecedora para comprender mejor su obra. Su compromiso político está en esta novela de forma clara, aunque sutil.
Ser huérfano era la condición natural, todos eran huérfanos, animales y hombres sobre una llanura tan vasta como un océano. Bandoleros, curas sin sotana, anarquistas, irlandeses, Argentina te quitaba del corazón la causa de tu viaje, te daba espacio a discreción. Las soledades regulaban el aliento de cara a los horizontes (p. 50).
Don Gaetano, el portero de un edificio en el Nápoles de los años 50, acoge en su vida casi como un padre al protagonista de esta novela, un adolescente del que no conocemos ni siquiera el nombre. Se trata de un huérfano que vive en una habitación pagada por una madre adoptiva que nunca ve y que le permite estudiar y vivir la vida con gran libertad. Entre Don Gaetano, los libros que le presta Don Raimondo, papel amarillo que recuperaba cuando alguien quería desembarazarse de los libros (p. 21) y su amor hacia Anna, de la que se enamora de niño, transitará de la niñez a la adolescencia y a la edad adulta.

La novela tiene una disposición fragmentaria que se sitúa, de la mano de Don Gaetano, en la II Guerra Mundial, la ocupación nazi y la resistencia; de la mano del protagonista en momentos de su niñez y de su adolescencia. El lector ha de reconstruir el todo a partir del enlace de las partes y la conexión entre el pasado y el presente para definir a los personajes, especialmente el portero y él protagonista de El día antes de la felicidad.

Tiene una forma de escribir muy peculiar, con frases cortas y precisas (sísmicas ha dicho él mismo) y siempre rozando el lirismo.
La luz del día acusa, la oscuridad de la noche otorga la absolución. Salen los transformados, hombres vestidos de mujeres, porque así se lo dice la naturaleza y nadie los molesta. Nadie pide cuentas de noche. Salen los tullidos, los ciegos, los cojos, que de día son rechazados. Es un bolsillo del revés, la noche en la ciudad. Salen hasta los perros, los que carecen de casa. Aguardan la noche para buscar los restos; cuantos perros consiguen salir adelante sin nadie. De noche, la ciudad es un país civilizado (p. 29).
Una obra interesante que incita a seguir leyendo sus obras.


sábado, 19 de abril de 2014

JAMES JOYCE, Ulises.

Tibio fulgor solar en regocijo sobre el mar (p. 85, vol I).
La casualidad, la curiosidad, su rareza y/o singularidad como obra literaria, la originalidad y peculiaridad de la técnica utilizada (la palabra interior) y el capricho de intentar su lectura. Todo eso y mucho más se conjugaron para leer esta obra. No puedo olvidar el hecho de que hubo algunas personas que se ofrecieron a acompañarme en su lectura para no sentirme trágicamente sola, especialmente mi amigo Carlos que siempre, sí, sí, siempre, está dispuesto a embarcarse conmigo en cualquier aventura literaria que le propongo.
Teje, tejedor del viento (p. 105, vol I).
Ulises se presenta en diversos formatos, mi edición es muy antigua, Bruguera-Lumen, y son dos volúmenes traducidos y con un prólogo magnífico de J. M. Valverde. Me gusta mucho abrir cualquier libro para leerlo sin que sus dos partes se muevan, con esta edición es imposible porque se descuajeringa el invento. Pese a todo el cuidado que he tenido, hay hojas sueltas que he decidido mantener en su sitio rodeando los dos volúmenes con una goma “de pollo”.



He ido desgranando tantas indicaciones de James Joyce y de Ulises, que sería reiterativo y aburrido que me repitiera. Sirva de “promesa” que seguiré leyendo sus obras y biografías o ensayos críticos sobre él y su obra. La wiki está ahí para quien quiera informarse sobre autor y obra más allá de lo que yo pueda decir.
Quizás es tan penoso ser despertado de una visión como nacer (p. 62, vol II).
Una obra tan personal como Ulises da licencia para hacer una lectura también personal que no aseguro sea nada correcta, es la apreciación desde Utopía, desde una posición concreta ante la vida, desde la búsqueda de interrogantes, desde el entusiasmo por comprender a un escritor cuya trayectoria personal resulta tan importante como su obra.

La gran protagonista de Ulises es la palabra, o mejor dicho, el pensamiento traducido en palabras. Esa palabra interior como la denomina Joyce, torrentes de pensamiento que se desbocan como el río cuando se desborda y se sale del cauce. Un hombre, Leopold Bloom, que a lo largo de un día piensa miles de sensaciones, juegos, opiniones, chistes, presunciones, arrepentimientos, arrebatos, temores, deseos y muchos más sucesos, muchas veces, intrascendentes. Una mujer, Molly, que aparece siempre como referencia de su marido Leopold y que aporta un torrente de palabras sin una sola coma ni punto en el capítulo último, ya de madrugada (entre las 2 y 3 de la madrugada), cuando Bloom por fin ha vuelto a casa. Y por último, un hombre joven: Stephen Dedalus, contrafigura del autor en su juventud.



Y con la misma importancia que los tres personajes principales, la ciudad de Dublín como marco de referencia siempre presente a lo largo de toda la obra. La clase media dublinesa en la que están encuadrados los protagonistas y con abundantes referencias al resto de la sociedad que poblaba esa ciudad a principios del siglo XX.

Tanto en el prólogo de Valverde como en el esquema de interpretación que el propio Joyce le envió a su amigo, Carlo Linati, y que está reproducido al final de la obra, se dan las referencias que tiene el Ulises con la Odisea. Yo no he acabado de ver la importancia de esas referencias en la obra.

Las claves para leer esta obra desde mi punto de vista (el de una lectora que no es experta en la obra de Joyce) residen en lo siguiente:

En primer lugar no hay que desanimarse en las primeras páginas cuando te encuentras con ese torrente imparable de palabras que traslucen esa palabra interior, esa especie de conciencia interna  que no estamos acostumbrados a ver reflejada en palabras pero que transita dentro de nosotros/as así.



En segundo lugar no podemos pretender entender todo lo que vamos leyendo porque Joyce se recrea en referencias muy locales y en juegos de palabras que hoy en día es imposible comprender y conocer. Hay que leer sobrepasando esas barreras y cuando lo hemos logrado, todo fluye y va encajando cada pieza en su sitio.

En tercer lugar hay que prestar atención siempre a la lectura, es exigente y nos pide concentración, pero compensa porque encontraremos fragmentos sublimes, reflexiones llenas de interés, descripciones bellas.

En cuarto lugar, es una obra que nos abrirá múltiples interrogantes y, con ellos, vías diversas por descubrir. A mí me ha interesado saber qué podía sentir Joyce desde su autoexilio voluntario respecto a la revolución irlandesa de independencia (1916-1922). Coincide la publicación de la obra con el fin del proceso de separación de Irlanda respecto a Inglaterra. Su ataque al nacionalismo se hace muy presente en el capítulo 12 en el que inventa a un Ciudadano que se define por su exaltación de lo irlandés, en contraste con Bloom, judío, masón, extranjero (húngaro) y desarraigado, un auténtico apátrida que adoraba Dublín. 
Resultando que Leopold Bloom sin domicilio fijo es un conocido dinamitero, falsificador, bígamo, alcahuete y cornudo y una molestia pública para los ciudadanos de Dublín (…) (p. 112, vol II) 



Me interesa conocer la relación que tuvo con Nora Barnacle, me parece que fue importante en su vida, y no sé si en su obra. ¿De dónde sale Molly? 

Su anti catolicismo: 
Admirable organización, sin duda, funciona como un reloj. Confesión. Todo el mundo quiere. Entonces se lo contaré todo. Penitencia. Castígueme, por favor. Gran arma en manos de ellos. Más que médico ni abogado. (…) Tipos de cabeza equilibrada deben ser los de Roma: organizan toda la función ¿Y no arramblan con el dinero también? (p. 179, vol I). 
Su regodeo en episodios de contenido erótico-sexual que rechazó más el puritanismo anglosajón que el catolicismo irlandés.

Seda tibia de sol. Atalajes tintineantes. Todo por una mujer, hogar y casas, tejidos de seda, plata, ricas frutas, aromáticas de Jaffa. (…) Una tibia carnosidad humana se le asentó en el cerebro. Su cerebro se rindió. Perfume de abrazos le asaltó entero. Con carne hambreada oscuramente, mudamente ansiaba adorar (p. 290, vol I). 
Me ha interesado estar “dentro” de una persona que divaga, tiene pensamientos contradictorios, sentimientos poliédricos, sensaciones múltiples. Nunca nadie había descrito tan bien lo que ocurre dentro de mí. 

Es una obra única de la que muchas personas conocen su existencia, provoca atracción y aceptación pero también rechazo y repudio. No quiero recomendarla, quizás despierte en alguien la curiosidad por su lectura como me ocurrió a mí, eso sería agradable. Nada más (y nada menos).

sábado, 12 de abril de 2014

PALABRAS DEL CAOS

"Tupelo Honey" es una canción de Van Morrison publicada en el álbum del mismo título en 1971. El nombre deriva de una miel de suave sabor producida en el sureste de Estados Unidos. 

CARATULA DE "TUPELO HONEY"

La canción es de un estilo musical cercano al country cantada por un hombre que nos transmite con su peculiar voz lo que siente por su amada: 


She’s as sweet as Tupelo Honey. Ella es más dulce que la miel de tupelo. 
She’s all right with me. Ella está bien conmigo. 

Pasé una tarde de lunes, agotada por la rutina, escuchando esta canción en la versión de Cassandra Wilson en su álbum Closer to you y, no sé de qué manera, acabé ensoñando este texto que fue cuajando en una conversación posterior con un amigo sobre lo que podía comunicar este tema. 


IBAI ACEVEDO

Todo empieza con una canción que recrea imágenes que transpiran sensaciones cálidas que danzan flotando. “Tupelo Honey” de Van Morrison se eleva desde una suave flauta impulsada por el ritmo de la batería, trazando un puente de estrellas que, uniendo los extremos del océano, dibuja senderos de sueños tapizados con el tejido del vapor que ilumina la luna. 

Largas túnicas de terciopelo se mueven con la pesada liviandad que les otorga la transparencia. Flotan en el aire suspendidos mientras finos cordones, trenzados con seda y cáñamo, se tienden en un sendero de plata que se extiende del Orto al Ocaso. 

Acaso sean melodías que se izan cual velas, trazando cartas de navegación que anclan la ruta del amor maduro, dulce como la miel, y liman la singladura del viento y las mareas. Cada lazo que anudan, define un nuevo tiempo en un antiguo espacio. Son las piezas destejidas que atan el sabio viento del Este con las turbulencias del Caos. 

La suma de lágrimas de lluvia y gotas, que multiplican el azul del mar, resultan reflejos caleidoscópicos que irisan la noche.

miércoles, 9 de abril de 2014

HER de Spike Jonze (2013)


Y es que la vida es así, venía quejándome de que estaba antojadiza y quisquillosa con el cine últimamente, que ninguna película me convencía y que me daba pereza invertir minutos y minutos en ver una película que me dejaba fría y refunfuñando. Y resulta que las dos últimas películas que he visto me han dejado medio noqueada y necesitada de pararme a reflexionar. Pensar y enfriar sensaciones es lo que he necesitado para poder escribir algo sobre la última: Her.



Theodore, un hombre solitario, algo asocial, melancólico, romántico, pero a la vez, realista y rendido a la tecnología, se enamora de alguien virtual, de un sistema operativo diseñado para satisfacer todas sus necesidades. En una sociedad, que está aquí mismo, individualista, frustrante y solitaria, el protagonista (Joaquin Phoenix, en una espectacular actuación) un hombre sensible y tierno pero con dificultades para afrontar las relaciones sentimentales reales sobre todo tras su separación, cae rendido ante una relación virtual hecha a su medida.


Sabes, a veces siento que ya he sentido todo lo que voy a sentir jamás. Y de aquí en adelante nunca voy a sentir algo nuevo. Sólo versiones más pequeñas de lo que ya he sentido.
Las relaciones virtuales dan lo mejor de nosotros mismos, son fugaces y sin compromisos, las adaptamos a nosotros mismos como un guante y si se tuercen las desconectamos con un clic. Jonze da un paso más, da un giro más a la tuerca puesto que imagina un mundo en que la mayoría de las personas se aman a si mismas a través de sistemas operativos de inteligencia artificial creados a su justa medida. Y a pesar de todo, Jonze construye una historia de amor creíble, conmovedora, tierna y lúcida.


Sabes que puedo sentir el miedo que cargas.
La interpretación de Joaquin Phoenix es magistral, construye un personaje apasionante y atractivo con momentos desternillantes (el chat erótico festivo o el juego de ordenador al que acostumbra a jugar son especialmente divertidas) y otros que te dejan al borde del llanto (casi todas las conversaciones con su amada, Samantha). No puedo juzgar la voz de Scarlett Johansson porque no he podido ver la película en versión original.



(…) creo que todo el que se enamora es un raro. Hacerlo es una locura. Es como una forma de locura socialmente aceptable.
Una película original y diferente que puede dar para pensar pero que da para quedarte en una simple y bella historia de amor. Sobre el final no digo ni “mu”.

sábado, 5 de abril de 2014

ANDRÉS NEUMAN, La canción del antílope.

Y continuando con las breves lecturas de poemas que intercalo con el Ulises, un autor del que os hablé hace muy poco: Una vez Argentina, y que quiero continuar leyendo, especialmente su poesía.



 La canción del antílope es muy breve, 55 páginas, y el mismo autor en una breve nota final explica que los antílopes suelen ser criaturas de apariencia agresiva, comportamiento receloso y realidad indefensa.


CAÑÓN DEL ANTÍLOPE

Al autor le fascinan sus muchas variedades y señala que algunas de ellas, como la especie saltadora, están próximas a extinguirse. El antílope como símbolo de belleza y de temor se reflejan en este poemario.



Sobre el autor ya hice una breve referencia en la obra que reseñé hace poco y que se puede consultar en el enlace correspondiente.


Los 18 poemas recogidos en esta obra van precedidos de uno titulado “La máscara” y de “La canción” final. Con ellos, Neuman construye un itinerario de una criatura bella, ágil y amenazada.

Te asomas a la noche y nada de lo suyo parece compasivo.
Las farolas emboscan más que alumbran,
quisieras que tus pasos te alejasen sin acercarte a nada.
Una alarma encendida y este silencio cómplice
parecen delatar el fugitivo,
así que corres
huyes del pensamiento y de esta lluvia lacia, indiferente.
Perdida la costumbre del amor
solo queda, tensándose,
una ansiosa belleza que te busca la espalda.

Criatura llena de temores, por tanto, y que lucha por no extinguirse. A partir de aquí podemos hacer una lectura más o menos literal, yo que tiendo a la metáfora he leído el itinerario de la sensibilidad y de los peligros que la acosan con el paso del tiempo y los desengaños.

El silencio cansado es un mortero. Sentirás
cómo en él van mezclándose la harina de la luna
y el azúcar morena de la noche.
(…)

Lo mejor de la poesía es justamente las posibilidades casi infinitas de lectura que te proporciona.

La banda sonora de estos días de Ulises y poesía es este Mix: My Romance, Sweet Jazz Trio


miércoles, 2 de abril de 2014

ULISES DE JAMES JOYCE

OPINIONES...


No pretendo recoger las opiniones de todos los que han opinado en positivo y/o en negativo sobre esta obra en la que ando enroscada. Solo quiero recoger opiniones de otros escritores a los que he leído y admiro.


Parece que para el mundo de Bloomsbury entre quienes está T. S. Eliot y especialmente mi admirada Virginia Woolf, Ulises constituía un grave problema. Woolf llamó a esta obra un libro underbred, es decir, inadecuado o de clase baja, el libro de “un trabajador que se ha instruido a sí mismo”, el entretenimiento de un estudiantillo “que se rasca con grima sus sarpullidos”. Pero no las debía tener todas consigo porque en 1920 anotó en su diario: “Lo que hago yo probablemente lo está haciendo mejor mister Joyce”.

Cuando murió Joyce, pocas semanas antes que ella se suicidara, anota en el Diario (enero 1941):

Me acuerdo de Mrs Weaver, con guantes de lana, trayendo ‘Ulises’ copiado a máquina a nuestra mesa de té de Hogarth House. ¿Dedicaríamos nuestras vidas a imprimirlo? Las indecentes páginas tenían un aire incongruente: ella era muy solterona, abotonada hasta arriba. Y las páginas rezumaban indecencia. Lo metí en un cajón (…) Luego recuerdo a Tom (T. S. Eliot) diciendo –se publicó entonces- ¿cómo podía volver a escribir nadie después del inmenso prodigio del último capítulo? Por primera vez, que supiera yo, estaba arrebatado, entusiástico. Compré el libro azul y lo leí aquí un verano, creo, con espasmos de maravilla, de descubrimiento, y luego también con largos trechos de intenso aburrimiento (…)


George Orwell, un novelista que he leído con gusto, especialmente 1984 y Homenaje a Cataluña, y que es poco joyceano dijo:

Lo verdaderamente notable de ‘Ulises’ (…) es lo corriente de su material. Claro que en ‘Ulises’ hay mucho más que esto, porque Joyce es una especie de poeta y también un poeta elefantino, pero su auténtico logro ha sido poner en el papel lo conocido. Se atrevió –pues es asunto de atrevimiento tanto como de técnica- a poner al descubierto las imbecilidades de la mente interior, y al hacerlo así descubrió una América que todo el mundo tenía delante de sus narices. Ahí hay todo un mundo de materia que uno creía incomunicable por naturaleza, y alguien se las ha arreglado para comunicarla. El efecto es disolver, al menos momentáneamente, la soledad en que vive el ser humano. Cuando se leen cierto pasajes de ‘Ulises’, uno nota que la mente de Joyce y la de uno mismo están identificados, que él lo sabe todo sobre uno, aunque jamás haya oído nuestro nombre, que existe algún mundo fuera del tiempo y del espacio donde estamos juntos con él.


Y, por último, uno de los varios poemas que Jorge Luis Borges le dedicó al autor de Ulises:

Qué importa nuestra cobardía si hay en la tierra
un solo hombre valiente,
qué importa la tristeza si hubo en el tiempo
alguien que se dijo feliz,
qué importa mi perdida generación,
ese vago espejo,
si tus libros la justifican.


Yo sigo avanzando en la lectura de la obra (voy ya por el segundo volumen) esforzadamente unas veces, con sonrisas en otras ocasiones, con admiración muchas veces, perdida y, por ello, aburrida otras veces, pero en esta ocasión sé que voy a acabar de leerla porque en conjunto me interesa lo que leo. He utilizado el prólogo que escribe J.M. Valverde en el Ulises para elaborar este texto.