viernes, 31 de octubre de 2014

FERNANDO PESSOA


Fernando Pessoa nació y murió en Lisboa (1888-1935), huérfano de padre a los cinco años, su madre se casó con el cónsul de Portugal en Durban, Sudáfrica, colonia inglesa. Su dominio del inglés fue excepcional al ser educado en esta lengua, quizás por ello se ganó la vida como traductor.

Su imagen exterior varió muy poco con el paso del tiempo, lo más llamativo es la pérdida de cabello que, sin sombrero, lo hace irreconocible. Su sempiterno sombrero, sus gafas ovaladas o redondas, su bigote y, a veces, el cigarrillo entre los labios, componen la imagen más conocida de Pessoa.


Traje oscuro, camisa blanca, chaleco, y corbata o lazo, parece más uniforme de un hombre pacato, corriente y remilgado,  que el de un creador de imaginación portentosa que su dueño retiene dentro de sí, sin exteriorizarse, y que solo permite galopar libremente a través de sus heterónimos con los que  creó otras vidas con una personalidad poética completa que traslucían diferentes cosmovisiones. Uno de ellos fue el autor del Libro del desasosiego, Bernardo Soares, del que dice el propio autor:
(Mi semi-heterónimo Bernardo Soares (…) aparece siempre que estoy cansado o soñoliento, cuando tengo un poco suspensas las cualidades de raciocinio y de inhibición; aquella prosa es un constante devaneo. Es un semi-heterónimo porque no siendo su personalidad la mía, es, no diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. (…) p. 590.


 Influido por doctrinas religiosas como la teosofía y la masonería, permaneció soltero y profesó un nacionalismo místico del que pretendía que fuera abolida la influencia católica (“Todo por la humanidad, nada contra la nación”). La principal obra de Pessoa-él-mismo es Mensagem, una colección de poemas sobre grandes personajes históricos portugueses, su único libro publicado en vida. La excesiva formalidad y control reflejado en esa imagen tan sobria y, quizás la frustración de su solitaria vida y de su escasa atención pública como escritor, encontró la contrapartida del consumo excesivo de alcohol que le provocó una cirrosis que influyó en su muerte a los 47 años.


domingo, 26 de octubre de 2014

DONNA TARTT, El jilguero.

Descubrí a esta autora cuando publicó Juego de niños, su segundo libro en castellano (2003), me gustó tanto que busqué y leí su obra anterior, El secreto. Hacía algo más de diez años que no había leído nada de ella cuando vi una reseña de El jilguero, sorprendida le comenté a mi librera que si se me había pasado alguna obra en este tiempo y me confirmó que no, que Donna Tartt solo había escrito tres novelas en veintiún años a un ritmo de diez y once años entre ellas. Solo esto ya nos indica que estamos ante una escritora peculiar. La novela, al igual que las dos anteriores, es muy voluminosa, en este caso 1.143 páginas. Hablar sobre el título no es difícil, la novela gira en torno a una pintura de Carel Fabritius (1654) que lleva ese título.
Era pequeño, el más pequeño de la exposición, así como el más sencillo: un jilguero amarillo sobre un fondo pálido y liso, encadenado por una pata a la percha sobre la que estaba posado.Fue alumno de Rembrandt y maestro de Vermeer –continuó mi madre-. Y este pequeño cuadro es en realidad el eslabón perdido entre los dos; en esa pura y clara luz del día ves de dónde sacó Vermeer la cualidad de la luz (p. 45).



La novela está dividida en cinco partes y un total de 12 capítulos. Theo Decker, un adolescente de 13 años que ha sido expulsado del colegio, entra con su madre en el Metropolitan Museum de N. York para refugiarse de la lluvia antes de ir a la reunión en el colegio. Su madre le conduce a ver la obra de Fabritius y allí se quedará prendado del cuadro y de una adolescente pelirroja de su edad que está en la misma sala.
Una explosión en el museo le cambiará la vida a Theo, los diez años siguientes son un caos que tratará de afrontar buscando el cariño de personas de su edad y adultos, siempre acompañado por un gran secreto.

Un tema recurrente en la novela es cómo la belleza pura puede alterar la realidad, siendo su búsqueda  una trampa, la vía rápida hacia la amargura y el dolor. Otra de las claves importantes: lo que se ama o lo que importa puede ser una ilusión, pero pese a ello ahí puede residir el encanto de todas las cosas por las que merece la pena vivir. Y la tercera clave: no elegimos nuestros sentimientos y eso bien puede significar querer lo que no es bueno para uno mismo o para los demás porque, en definitiva, no escogemos ser las personas que somos (p. 1.127). La fatalidad, como condicionante de la libertad, conduce a Theo a situaciones y aventuras variopintas en las que se va situando, sin buscarlo, al margen del sistema: robo, estafa, consumo de drogas y alcohol, asesinato… Y todo ello es lo que Theo escribe a su amada pelirroja, Pippa, a la que se vinculó observando el Jilguero y a la que ama sin posibilidad de ser correspondido como el desea.
Porque si son nuestros secretos los que nos definen, y no la cara que mostramos al mundo, entonces el cuadro es el secreto que hizo que me elevara por encima de la superficie de la vida y que me permitió averiguar quién era yo. Y está ahí, en cada página de mis cuadernos, aunque no lo esté. Sueño y magia, magia y delirio. La teoría del campo unificado. Un secreto de un secreto (p. 1.132).


Theo queda marcado por verdades que no puede o no sabe comprender: el misterio, lo inexplicable, lo que no encaja, la ambigüedad. Y es en esa empresa en la que la autora, a veces, pierde el norte alargando momentos o complicándolos en exceso. Pese a ello es una novela que atrapa al lector en sus “garras” y no lo suelta, es adictiva, necesitas saber cómo saldrá adelante Theo. Y lo peor el volumen y el peso consiguiente, gran incomodidad para leerla. Esperaré diez años para leer su cuarta novela, Donna Tartt es una excelente novelista.

viernes, 24 de octubre de 2014

DONNA TARTT


Escritora estadounidense que en diciembre cumplirá 51 años, famosa desde los 28 por su primera novela, El secreto (1992), y que ha publicado solo tres novelas en veinte años. Una mujer discreta, hermética, atípica en esta época del selfie puesto que hace pocas concesiones a los medios de comunicación. 

Una melena corta y recta que endurece los rasgos de una mujer delgada, de piel pálida y ojos verdes. Un look anacrónico a lo George Sand con camisas masculinas, blazers, corbata o grandes sobretodos que confirman, con esa prenda amplia, larga y ligera, una imagen gótica que potencia en sus novelas y en su imagen. 



Pocas concesiones al color con prendas en las que domina el gris, el negro y el blanco, escasos complementos: anillos, un pañuelo, y poco más. Ligeros toques de maquillaje especialmente en los labios.

Donna Tartt, de mirada seria, dura y distante, tiene, sin embargo, una vena creativa que canaliza a través de la literatura, un medio para crear mundos imposibles y vivirlos plenamente a través de la escritura (y la lectura) y ese rasgo de su carácter emerge cuando ilumina su look masculino con una corbata fucsia o decide dulcificar su imagen con una leve sonrisa y una camisa ultra femenina con cuello amplio y puños de encaje. 



Sin duda una mujer de fuerte personalidad que se esconde del gran público y ha logrado vivir de su literatura con solo tres obras que han conseguido ser best sellers y mantener buenas críticas entre escritores y lectores cultos. Quizás está es la razón de la concesión este año del Premio Pulitzer a El jilguero.

viernes, 17 de octubre de 2014

RICHARD YATES, Las hermanas Grimes.

Ninguna de las hermanas Grimes estaba destinada a ser feliz, y al echar una mirada retrospectiva siempre da la impresión de que los problemas comenzaron con el divorcio de sus padres. Ocurrió en 1930, cuando Sarah tenía nueve años y Emily cinco.

El inicio de la novela nos indica sucintamente el argumento, la época y las protagonistas, las dos hermanas Grimes. La lectura de esta obra tiene una razón irracional, sí, no es contradictorio (o eso creo). Buscando Finnegans Wake (y no encontrándola en ese momento), aproveché para echar un vistazo a la sección de literatura de mi biblioteca más cercana. No encontré ninguna de las novelas que deseaba leer, así que me dije, “voy a empezar por el principio y a ver qué me llama. Por hacerlo al revés empecé por el final y esta novela estaba ahí en la Y, no me costó mucho encontrarla y decidirme, aunque no conocía al autor. Se trata de una novela  breve de 224 páginas, así que si erraba el tiro, no me iba a hacer perder mucho tiempo.


Richard Yates nació en Nueva York en 1926 y murió en Birmingham, en 1992. Con una infancia difícil, encontró en la escritura un medio para liberar sus demonios interiores y para vivir. Tímido, alcohólico y solitario, es capaz de construir ese mundo mediatizado por el alcohol que es la escapatoria a la frustración. Empezó escribiendo relatos pero alcanzó mayor reconocimiento con sus novelas. La Vía Revolucionaria (1961) y Las hermanas Grimes (1976), también conocida como Desfile de Pascua, son sus novelas más conocidas. Pese a su relativo éxito murió olvidado por todos. En la primera década del siglo XXI se empieza a reconocer su valía y a traducir/editar sus obras (la que he leído es del 2009).


¿He errado el tiro?

Cuando inicié su lectura pensé que sí, pero pronto cambié de opinión. No es fácil aceptar que hay personas que pasan de largo por sus propias vidas y menos que sus vidas estén abocadas a la infelicidad. Con una sencillez y limpieza que apabullan, Yates recorre dos posibilidades de encarar la vida que acaban siendo igualmente desoladoras. Sarah elige la más tradicional, el hogar y la dedicación a la familia tras las posibilidades de empleo femenino que había abierto la II Guerra Mundial, opción que se propagó desde el poder entre las mujeres norteamericanas para que dejaran sus puestos de trabajo a los soldados desmovilizados. Emily opta por una vida autónoma, el matrimonio y los hijos no son su objetivo principal y, tras licenciarse en la Universidad, vive de su trabajo con la amenaza de la soledad siempre al acecho.

Dicen de él que es el escritor de la “era de la Ansiedad” en EUA (término acuñado en 1947 por el poeta W. H. Auden), aunque el trasfondo histórico está casi ausente en esta novela salvo en breves y precisas pinceladas. Quizás esa época acabó llamándose así por el desconcierto, la confusión, la inquietud y la inseguridad que, tras dos terribles guerras mundiales, provocaron las transformaciones de las formas de vida y de relación personal tradicionales.
(…) vivía continuamente de recuerdos. No había vista, sonido u olor en todo Nueva York que no tuviera alguna asociación: caminara donde caminase, y había veces en que caminaba durante horas, solo encontraba el pasado (p. 211).


En todo caso, la lectura de esta obra deja un regusto amargo, desagradable y triste al contemplar como la vida de las dos hermanas se derrumba y queda reducida a polvo y cenizas sin comprender qué ha pasado y cómo han podido contribuir a ello. Frágiles marionetas zarandeadas por un destino que se torció en su infancia cuando el divorcio, signo de los cambios que empezaron a producirse en la vida familiar tradicional, agitó y desestructuró la vida de las dos hermanas Grimes, en un momento de crisis mundial tras el crac de 1929. Pese a ello, ambas se construyeron en su juventud ilusiones y esperanzas que en la madurez quedaron pulverizadas.

domingo, 12 de octubre de 2014

CAPITALISMO A LA CHINA. YAN LIANKE, El sueño de la aldea Ding.

Dice Lianke, en el Epílogo, que cuando terminó de redactar esta novela me senté alicaído y dos regueros de lágrimas comenzaron a brotar incontenibles. Me encontraba abatido y sin fuerzas, como si me hubiera arrancado los huesos, con una especie de impotencia reprimida por la soledad y la desesperanza, varado en un extenso y deshabitado mar, en una isla desierta sin aves ni plantas. 

Quizás la gran sequía que se abate sobre la aldea Ding, a partir del libro séptimo (p. 297), es un reflejo de este estado de desolación en el que acabó de escribir la novela el autor, que solo se permite soñar en las últimas, y mitológicas líneas, con la posibilidad de la lluvia.

El autor señala en el Epílogo el intenso dolor y la desesperanza frente a la escritura que sintió al terminar esta obra que considera como un legajo de dolor y desengaño. Y por ese hondo dolor que puede transmitir al lector, pide disculpas. 

La primera pregunta es, por tanto, inevitable: ¿me ha inundado el dolor? Y la respuesta es clara, sí. La lectura de esta novela no puede dejar indiferente a nadie, duele el acontecimiento que narra, muestra de un capitalismo a la China que da pavor, duele la mezquindad humana que expone y duele la poesía que, pese a todo, destila esta obra. 

Llegué a esta novela de 368 páginas por la lectura de una reseña de Jesús Ferrero, titulado “Implacable capitalismo”, publicada en noviembre de 2013. El título de esta novela puede hacer referencia al recurso que utiliza el autor, a través de grandes fragmentos en cursiva, de sueños premonitorios que anticipan lo que puede ocurrir. Dice Ferrero que el título evoca, irónicamente, la gran novela clásica china El sueño del pabellón rojo

¿Por qué he titulado esta reseña como capitalismo a la China? Porque esta novela describe un hecho real que muestra el descontrol del capitalismo que se está desarrollando en China desde una economía planificada. China es el primer país del mundo que siendo una economía socialista está desarrollando un capitalismo permitido por un régimen totalitario controlado por el Partido Comunista. La novela trata del enriquecimiento de unos pocos a costa de la gran mayoría, la esencia del capitalismo, bajo el amparo del todopoderoso Estado chino. 


En la provincia de Henan, de donde es originario el autor, se extendió en la década de los 90 una epidemia que afectó a miles, quizás millones, de personas y, que a falta de información, llamaron enfermedad de la fiebre y que no era otra cosa que SIDA. Esta enfermedad se produjo como consecuencia de la compra-venta de sangre que incentivó el Estado y que se llevó a cabo sin ningún control sanitario. 

Esta tragedia está contada a través de un narrador muy peculiar: un niño de doce años muerto que es envenenado en la aldea Ding como venganza contra su padre que se ha enriquecido con el comercio de la sangre. Su abuelo, que va adquiriendo gran protagonismo en la novela es la figura contrapuesta a su hijo que desde unos referentes de ética y de justicia no acepta su actitud.

A partir de ahí y con un porcentaje importante de enfermos en la aldea, el autor muestra la mezquindad humana que no impide, pese a la proximidad de la muerte, la envidia, el robo, la ambición, el odio, el abuso, etc. La escuela desmantelada, los árboles talados, los enfrentamientos entre familias y, dentro de ellas, en las parejas si uno está infectado y el otro no. En medio de esta situación florece una bella historia de amor, que tampoco está libre del egoísmo, entre dos enfermos abandonados por sus parejas por la enfermedad.

Mi tío y Lingling se fueron a vivir juntos como marido y mujer. 
Fue una sorpresa por completo inesperada. 
Nadie hubiera imaginado que tuvieran el coraje de hacerlo delante de las narices de todos los vecinos de la aldea. 
Pero mi tío y Lingling eran como el agua y la arena que la absorbe, como dos imanes de polos opuestos que, ¡clac!, se quedan enganchados al acercarse como la tierra y la semilla que el viento posa para acabar echando raíces en ella (p. 211). 

Las referencias al sistema totalitario chino son muy escasas para evitar la censura, pero sobresale por cualquier resquicio el poder y la autoridad de los funcionarios del Estado, y miembros del Partido Comunista, las posibilidades actuales de enriquecimiento individual haciendo uso de sus cargos y el poder para escapar de las responsabilidades por la extensión de una epidemia como el SIDA. La ignorancia del pueblo, la falta de información y la supervivencia de tradiciones anteriores a la llegada al poder de los comunistas como el matrimonio apalabrado por las familias, ciertas creencias de la mitología china (como la necesidad de casarse tras morir si la muerte les ha sorprendido sin tener pareja), el papel tradicional de la mujer, etc., facilitan el abuso del poder. Y tengo que decir que me he reído, dentro del drama, cuando describe los féretros de los nuevos ricos chinos en los que a falta de religión tradicional, recurren a la religión mundial actual: casas, coches, electrodomésticos y, como no, los inevitables bancos, bienes de consumo o grandes símbolos de la riqueza. 

El estilo de Lianke es muchas veces escueto, preciso y desnudo, pero no exento de lirismo y de una triste y profunda belleza. 
Los rayos del sol irradiaban sobre la aldea Ding. 
Hasta el último rincón había florecido en el lapso de una sola noche. Ciruelos en flor, crisantemos, peonías y rosas; jazmín amarillo y orquídeas salvajes; florecillas silvestres de las que habitualmente crecen en las laderas del monte, como jaramagos, dientes de león y almorejos, allá a lo lejos, sobre el antiguo cauce del Rio Amarillo, y hasta en las tapias de corrales y establos, salpicándolo todo de verde, rojo, amarillo, cárdena y magenta (p. 87, en cursiva en el original). 

Construye una historia, entre realidad y sueños, que por su manera de contemplar al ser humano se convierte en universal. Está organizado en ocho libros que, a su vez, tienen capítulos, aunque los últimos son muy breves puesto que la acción se resuelve muy rápidamente. Conforme vas leyendo te vas interrogando sobre los comportamiento humanos de estos aldeanos chinos y sobre la similitud con cualquiera de los que andamos por estos lares. Una espléndida novela.

viernes, 10 de octubre de 2014

UN HOMBRE RESERVADO: YAN LIANKE


Su rostro es un poema que lo dice todo, mira con astucia e inteligencia, su mirada denota concentración en lo que le dice el interlocutor y reserva, escucha a la defensiva porque sabe que es libre al escuchar pero no al responder. Pensará mucho sus palabras para evitar tener problemas, preferirá una respuesta metafórica que no una directa, es mucho más seguro. Su cabello está peinado con un corte de pelo que tan solo busca la comodidad, su mano apoyada en los labios es un escudo protector, lleva un polo muy sencillo con el cuello de color burdeos. No le preocupa la ropa, ni la estética, es el primero que ha encontrado al abrir la cómoda. Dudo que lo haya elegido él.

Yan Lianke nació en China (en Henan) en 1958. Entró en el ejército en 1978 y estuvo en él hasta el 2004, estudió dentro de la institución militar Ciencias Políticas y Literatura y en la actualidad es catedrático de Literatura en la Universidad del Pueblo y escritor. Pese a que ha recibido diversos premios en su país, algunas de sus obras no se pueden conseguir ya que han sido retiradas nada más publicarse.


Entre libros parece cómodo pero no abandona sus reservas, su actitud defensiva y resignada. Un militar utiliza muchas veces el uniforme y no necesita elegir la ropa para vestir, el desinterés por su imagen es evidente: jersey gris de lana gruesa, bufanda de cuadros (de nuevo el color burdeos) y una cazadora de polipiel marrón de diseño anodino y sin gracia.

Sus preocupaciones pasan por esquivar la censura, conservar su puesto de profesor en la Universidad que puede desaparecer en cualquier momento y escribir desde la autenticidad y la libertad utilizando recursos literarios que le permitan no acabar expulsado de cualquier organismo oficial. La vida en China no es fácil, su imagen lo confirma una y otra vez.


viernes, 3 de octubre de 2014

COLUM McCANN, Transatlántico.

A esta novela llegué por un comentario laudatorio que hizo en mayo en Babelia, Antonio Muñoz Molina. La novela tiene 357 páginas y su título tiene relación con el vuelo transatlántico sin escalas que, en 1919, hicieron dos jóvenes pilotos entre Terranova e Irlanda. Pero hay una metáfora tras esa palabra puesto que, en realidad, la novela trata de cuatro generaciones de mujeres que realizarán ese mismo viaje entre “las dos orillas” como acertadamente dijo Andrés Neumán en una de sus obras. 


Colum McCann nació en Dublín en 1965 (y por aquellas cosas azarosas que tiene la vida empecé a leerla en esa ciudad sin saber que Irlanda tenía un protagonismo tan destacado en la novela), pero vive en la actualidad en Nueva York. Estudió periodismo y trabajó como tal en Dublín hasta que decidió trasladarse a EUA en 1986, allí empezó su carrera literaria en la década de los noventa. Transatlántico fue editada en 2013 y traducida al castellano en 2014. 


Una de las cualidades de esta novela es la manera en la que McCann mezcla la realidad y la ficción y ambas realidades encajan tan bien que no somos capaces de diferenciar lo real de lo inventado. La novela empieza en un avión de la Iª Guerra Mundial de madera, tela y alambre, en 1919, con la intención por parte de los dos jóvenes aviadores de sofocar la memoria. Crear un nuevo momento, en bruto, dinámico, libre de guerra.(…) No querían recordar las bombas que habían esquivado ni los accidentes ni las quemaduras ni las celdas en las que los habían encerrado ni los abismos que habían visto en la oscuridad (p. 18). De esta manera para sofocar la memoria planifican un vuelo sin escalas cruzando el Atlántico Norte en una aventura temeraria y arriesgada. 

Irlanda y América del Norte no son solo las dos orillas de este complicado vuelo sino que son los dos espacios que cuatro generaciones de mujeres transitaron desde mediados del siglo XIX hasta el siglo XXI. La primera mujer de la saga, Lily, queda encandilada por el esclavo y agitador Frederick Douglass que viaja a Dublín en 1845 para hacer adeptos a favor del abolicionismo. Decide, en medio de la hambruna provocada por la escasez de patatas debido a la plaga de tizón tardío o mildiú de la patata, emigrar a América del Norte. 
Hombres que yacían sin sentido a los pies de la verja de alguna pensión. Mujeres que deambulaban cubiertas de harapos. No; hechas un harapo. Niños que corrían descalzos. Ruinas humanas que lanzaban miradas encendidas desde un alféizar. Ventanas rotas y polvorientas. Ratas que correteaban por los callejones. El cuerpo inerte y abotargado de un asno en un patio. Perros en los huesos (p. 60). 
FAMINE MEMORIAL, Dublín. 
Un conjunto escultórico financiado por descendientes, en Canadá, de irlandeses que emigraron debido a la "Gran Hambruna"

En 1978 el escenario es Irlanda del Norte y la ciudad de Belfast como espacio de enfrentamiento entre católicos y protestantes. En 1998 un senador norteamericano media entre las dos partes y consigue que se firmen los acuerdos del Viernes Santo. Mientras tanto la familia que forma Lily cuando emigró a mediados del siglo XIX, donde predominan las mujeres, ira tejiendo un rompecabezas que encajará al final de la novela y que es un canto a la lucha y la libertad, a menudo frustradas para los más débiles. Unas mujeres que escriben, hacen fotografía y, sobre todo, buscan ser ellas mismas al margen de las normas. Hoy los débiles son quienes tienen que ceder sus casas a los bancos por desafortunadas hipotecas como la que, en medio del horror por ver asesinado a su hijo de 19 años, tiene la última mujer de la saga. 
En ocasiones –habrán pasado meses, años, décadas-, Lottie repara en cuán extraño resulta que las palabras nos abandonen, que el futuro nos interrogue sobre lo que debería haberse preguntado el pasado, que las frases nos esquiven tan fácilmente y nos quedemos, a la postre, en la mera búsqueda (293). 
Presente y pasado, personajes reales y de ficción, historia y fantasía. Todo ello imbricado con un talento y unos sentimientos que conmueven.
Una novela que no se olvida.