viernes, 28 de noviembre de 2014

TAN TWAN ENG, El jardín de las brumas.

Cuando en el mes de agosto comenté mi decepción tras la lectura de Rosa candida de Audur Ava Ólafsdóttir, Agnieszka, del blog “Si no leo, desespero”,  me hizo el siguiente comentario: Si te apetece leer sobre jardines, aunque sin rosas, recomiendo “El jardín de las brumas”.
Mi interés por los jardines es meramente estético y me atraen por sus flores, especialmente si hay rosas, sin embargo no podía desatender la recomendación de Agnieszka y me hice con una edición de bolsillo.


La novela tiene 507 pág. y una nota del autor, en total 510 pág. Su título hace referencia al jardín que Nakamura Aritomo, que había sido jardinero del Emperador de Japón, crea en Yugiri, Malaya, en una zona montañosa en la que las brumas se espesaban y borraban las montañas…
Unas (…) montañas donde la respiración de los árboles se convierte en bruma, donde la bruma colma las nubes y cae sobre la tierra de nuevo en forma de lluvia, donde la lluvia es absorbida por las raíces en las profundidades de la tierra y vuelve a prolongarse como vapor a través de las hojas treinta metros por encima del suelo (p. 160).

Tan Twan Eng nació en 1972 en Penang, Malasia. Estudió Derecho en Londres  y  trabajó como abogado en un gabinete jurídico de Kuala Lumpur, hasta dedicarse por completo a la escritura. Aficionado a las artes marciales, es primer dan en aikido. Su primera novela, El don de la lluvia (2008) fue nominada para el Man Booker Prize en 2007. Con El jardín de las brumas volvió a ser finalista de este premio que elige el mejor libro del año en lengua inglesa, en su edición de 2012. Ha sido galardonado con el Man Asian Literary Prize, premio al mejor libro escrito por un novelista asiático.


La novela gira alrededor de la exquisitez del diseño de los jardines japoneses, por tanto la belleza y el arte, entremezclado con la capacidad para la violencia de los soldados japoneses durante la II Guerra Mundial cuando ocuparon una parte importante del sudeste asiático. Guerra, arte, memoria, recuerdos…
La práctica del diseño de jardines había surgido en los templos de China, donde el trabajo lo realizaban los monjes. Se creaban jardines para acercarse a la idea del paraíso después de la muerte. En Sakuteiki se hacía referencia más de una vez al Monte Sumeru, el centro del universo budista, y yo comencé a comprender por qué tantos jardines de los que había visto en Japón tenían una formación rocosa distintiva como característica central. Las montañas dominaban los paisajes geográficos y emocionales de Japón y, a través de los siglos, su presencia había perpetrado en la poesía, el folclore y la literatura (pp. 131-132).

La posguerra no significó la paz para Malasia puesto que hubo guerrillas comunistas que trataron de hacerse con el poder y, por otro lado, los nacionalistas malayos luchaban por la autodeterminación.
En un trasfondo tan complejo, dos personajes protagonizan la novela: Aritomo, el jardinero del Emperador, y Yun Ling superviviente de un campo de prisioneros japonés, ambos logran una compenetración llena del misterio envolvente de su pasado. Es ese misterio, adobado debidamente por la providencial lentitud de la narración cuando se trata de escritores asiáticos, la que ha estado a punto de provocarme el aburrimiento en la primera mitad de la novela. Luego, cuando se van desvelando los interrogantes que como lectora, guiada por el autor, me iba planteando, la novela cobra un ritmo y una intensidad que a mis ojos la hacen una obra notable. Resultan interesantes los diversos personajes secundarios y el espacio geográfico, la selva como amenaza, etc.


He disfrutado con aspectos desconocidos para mí como el arte de los jardines, el de los ukiyo-e (entre los que menciona La gran ola de Kanagawa, de Hokusai), el de los tatuajes (en realidad horimonos), la manera de ver la vida de quienes se consideran taoístas (esta algo más conocida para mí), la crueldad extraordinaria en los campos de trabajo japoneses o las referencias a un país desconocido para mí como Malasia.


El autor es un buen narrador, tiene una escritura con elevadas dosis de lirismo que no le impiden tratar aspectos de violencia y la conversión de los presos de los campos de trabajo en esclavos y las mujeres más jóvenes y hermosas en esclavas sexuales. Los momentos en que describe el paisaje, las emociones íntimas y la concentración que Aritomo pone en práctica, por ejemplo, cuando practica el tiro con arco, son las más poéticas y en las que el tiempo parece suspenderse. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

NEOLIBERALISMO Y CINE: DOS DÍAS, UNA NOCHE de los Hermanos Dardenne (2014)


Sandra (Marion Cotillard) dispone de un fin de semana para convencer a sus compañeros/as de trabajo para que voten por el mantenimiento de su puesto de trabajo a cambio de que ellos renuncien a cobrar la paga extra.
Asistimos a partir de ese momento a una auténtico martirio, un tobogán de emociones  que siente una mujer, con apariencia frágil, que ha sufrido una depresión de la que no se ha acabado de recuperar. Cuando intenta reincorporarse a su puesto se encuentra con que el empresario de la pequeña empresa en la que trabaja ha planteado a sus compañeros/as el dilema de admitirla a cambio de renunciar a una paga extra que todos necesitan. Tras el fin de semana, dos días y una noche, se producirá la votación.


Sus apoyos, su pareja y una compañera de trabajo, la animan a luchar y Sandra recorre los diversos escenarios posibles de la crisis actual: urbanizaciones en el extrarradio que han quedado a medio construir, barrios deteriorados donde se hacinan los inmigrantes, barrios obreros acosados por la miseria…


Encontramos individualismo, consumismo, egoísmo y codicia. Y es que hoy se nos trata de convencer de que la culpa de todo la tienen los de abajo, las víctimas, los que pierden el trabajo, la vivienda, los que no pueden, ya no consumir, sino cubrir las necesidades más vitales. Este mundo es de los fuertes, los débiles deben sucumbir, neodarwinismo puro y duro.
Y mientras veía la película con el corazón en un puño, las reflexiones del filósofo coreano, asentado en Alemania, Byung-Chul Han, me venían a la mente porque reflejaban lo que estaba viendo en la pantalla y lo  que ocurre a nuestro alrededor, si queremos verlo. El poder estabilizador de la sociedad neoliberal no es represor sino seductor, se invisiviliza y desaparece como oponente, por eso resulta tan difícil resistirse y rebelarse. Sandra y sus compañeros/as se explotan a sí mismos, luchan contra sí mismos, si fracasan como Sandra, se cuestionan a sí mismos, no a la sociedad. Todos ellos se sienten libres y están convencidos que tienen capacidad de decisión y que esta es producto de su libertad. Ese sentido de la libertad hace imposible la protesta.


El poder estabilizador tiene una forma amable, se invisiviliza, y con ello se hace inatacable, porque la persona sometida no es consciente de su sometimiento. La opresión y la explotación son libres, no son impuestas, por tanto, Sandra acaba auto agrediéndose y siendo víctima de la depresión, el suicidio y el burnout (el agotamiento profesional).
La protagonista de la película, y sus compañeros/as, se ven arrollados por la competición de todos contra todos, se sienten solos, aislados, separados. La respuesta es aumentar la productividad, ser trabajadores modélicos, tener varios trabajos para sobrevivir y otras estrategias solitarias ya que la solidaridad y el sentido de comunidad se destruyen y se volatilizan.


La conclusión es humilde y trágica. Hoy no es posible cambio alguno, la utopía está muerta y es más imposible que nunca, solo la honestidad de la lucha solitaria nos salva del sometimiento y la dominación. Es solo mera resistencia estéril pero sin ella solo somos siervos, bueyes con un yugo que aspiramos a cambiar por otro pensando que somos libres al decidir el yugo que más nos conviene.

viernes, 14 de noviembre de 2014

JAMES JOYCE, Finnegans Wake.

Compendio y versión de Víctor Pozanco. 


Me decía Carlos, mi compañero fiel de lecturas con el que inicié la apasionada empresa de leer esta obra que contraviene, como dice el traductor Víctor Pozanco, las normas de la novela y la estructura lingüística de oración, frase y palabras:
“Y para los más osados de entre los mortales, no hay guía que indique el camino de salida de la isla Erín de Finnegans Wake, ciudad de Dublín, ni siquiera un plano de situación que marque donde está clavada la baldosa que soporta el peso de sus pies". 
La cuestión es que paseando adelante y atrás, frase más o frase menos, tres pasitos hacia adelante y dos del revés, a las cien consultas de internet no encuentro iluminación que valga ni ritmo que me asista. Por ello acabo por concluir que este libro es una feroz crítica en contra del nacionalismo más ñoño y pertinaz, que se refleja en la cultura inventada, en los museos que almacenan la historia en forma de huesos sin nombre, pero que carecen de recuerdos, en las obras de teatro subidas en los escenarios merced a modas y conveniencias, las otras, las que no sirven al interés general y a la pretendida pureza de la tierra madre, ALP (Anna Livia Plurabel= Mrs Ann Porter), sagrada e incapaz de alimentar a su prole. Y con cuatro versos escritos en gallego antiguo al fondo de un convento, tan manchado de cera el pergamino que podría contener cualquier vocablo o incluso tres significados el mismo vocablo, tanto que no se entiende ni poco ni bien, hacemos salir una nación desde el lomo de un gigante muerto en medio del océano, la dotamos de un idioma nuevo, común a los extintos Fenianos, Dananeos y Milesios estos tendentes a procrear mucho, bajo la bendición de la santamadreiglesia, que señala las normas de la conveniencia patriótica y marca las penas por vestir de cual manera o hacer el amor de tal otra, mientras las perolas apestan el barrio a col. Niña busca un marido que venga, que tenga y que convenga. Le dicen sus hermanos a la pequeña Isobel.


Imposible reproducir el diálogo que tuvimos ese día partiendo de este jugoso texto de Carlos. Ese día, y otros muchos, puesto que íbamos acordando el número de páginas que leíamos cada día, unas quince, que ya eran muchas debido al sobre esfuerzo de leer unas páginas en las que cada término podía tener una sobreacumulación de significados realizada a través de asociaciones semánticas, fónicas y morfológicas. Cada noche intentábamos descifrar el laberinto en el que Joyce nos metía y que en lo sustancial partía de que el ser humano es conflicto y que este carece de solución. Como buen representante del modernismo literario Joyce muestra la introspección a través de sus personajes estirando al máximo la “corriente de conciencia” ya expuesta en Ulises, es decir, el pensamiento traducido en palabras, torrentes de pensamiento que se desbocan como el río cuando se desborda y se sale del cauce. Finnegans Wake son epifanías, es decir, manifestaciones interiores del autor y del personaje, es como si hablaran a la vez interfiriéndose Joyce y el muerto resucitado Porter-Earwicker, de tal manera que en muchos momentos de la lectura la forma se adueñaba del contenido y ambos acabábamos perdidos y confusos sin saber qué estábamos leyendo. Carlos más que yo, que si no entendía no le daba más vueltas y seguía, indagaba buscando los secretos del libro retornando exhausto al camino. Un día de debates me dijo:
“Me parece que sin tu presencia, podría uno caer en la trampa y dedicar media vida a indagar y revelar los secretos de este libro. Más por reto que por interés. Y caer en el asunto de buscar transcripciones de sonidos del britónico a otras lenguas, o la influencia de Vico que era filólogo al parecer, o de Bruno, personaje fascinante, de esos que cayó bajo el hacha de Calvino, como Servet, lo que supuso un atraso de siglos para la ciencia. Los dogmatismos resultan peligrosos para los espíritus que se pretenden libres”. 
La versión de Pozanco es un compendio ya que el texto original son 628 páginas y esta versión tiene 286 incluyendo el prólogo y el epílogo, el texto “Dante… Bruno. Vico… Joyce” de Samuel Beckett. El título es ambiguo porque utiliza el nombre, Finnegans, un borracho irlandés, y una palabra, sin más, una palabra muy ambigua, Wake que significa: despertar, resucitar, excitar, velar un cadáver, velatorio, etc. Visto lo leído pueden ser todos los significados a la vez utilizados cuando le conviene al autor. Más allá de si es El despertar de Finnegans, Finnegans en su velatorio o El resucitar de Finnegans, parece cierto que Joyce pretende reflexionar alrededor del peculiar personaje que crea. 


El tema es la tragicomedia de la familia Porter, el padre apenas aparece con ese nombre sino con el que adopta en su sueño nocturno, Earwicker, en el que resucita tras morir para combatir a los enemigos, aunque no queda claro quién o quienes sueñan. A partir de este punto de partida la obra rompe con cualquier lógica formal ya que el emisor está ausente, no sabemos quién habla, si es Porter-Earwicker o el propio Joyce, un mismo personaje puede ser muchos y opuestos, no hay coordenadas espacio-temporales y un mismo acontecimiento puede ser contado desde ángulos diferentes. No hay discurso lineal y eso obliga al lector a un tipo de aproximación a la obra desde las sensaciones más que desde los significados, ya que en muchas ocasiones la redacción es ininteligible. Parece factible que Joyce deseara la implicación del lector/a interpretando lo más hermético o confuso y, así, hacernos partícipes de la creación.



Finnegans es además un personaje que viene de una balada popular irlandesa que cantan los borrachos. Finnegans es un obrero al que le gusta el alcohol, siente amor por éste, cae por una escalera y muere. Cuando está en el ataúd le echan whisky y resucita, whisky que significa “agua de la vida”. 

Si el tema es complejo y confuso, la forma lo es más aun y nos dejó estupefactos desde la primera línea que leemos que empieza en minúscula y dice: 
río que discurre, más allá de Adam and Eve, desde el recodo de la orilla a la ensenada de la bahía, nos trae por un comodius vicus de circunvalación de vuelta al castillo de Howth y Environs. 
Y trece líneas más abajo La caída: 
(¡ababadalgharaghtakamminarronnnkonnbronntonnerronntuonnthnntrovarrhounawnskawntoohoohoordenenthurnuk!). 

Tomando como referencia leyendas, mitos y cuentos populares, Joyce construye, o destruye para reconstruir, un texto lleno de acertijos en los que le gusta utilizar la técnica del calambur (figura retórica que consiste en la reagrupación de sílabas o palabras para dar lugar a otras con un significado distinto) y nombres hipogramáticos. Además el texto tiene sobreabundancia de símbolos y polisemias, homonimias, acrósticos, anagramas, homofonías, etc. El resultado es un texto tan complejo que nos podríamos detener en cada frase e intentar desvelar los misterios que esconde sin resultado, porque esta obra no es tanto de significados como de expresiones y de asociaciones fónicas. Joyce juega al despiste y desarrolla una obra crítica con la novela convencional y la estructura lingüística, una obra que encaja en el modernismo literario tanto por la mencionada introspección a través de los personajes como por el hecho de que los personajes son sexuados y tanto los órganos genitales como las experiencias sexuales ocupan un lugar relevante. Además desarrolla un sentido del humor hilarante que en ocasiones desencadena la carcajada y muchas veces más la sonrisa. 
Romero y Jodieta (p. 70).
Que, cuantas más cebollas pelas, más cebollino eres; cuantas más patatas, más patata; cuanta más carne, menos carnes. Y, por más vueltas que le des, menos tomates tienes que tu nuevo estofado irlandés (p. 83).
Un padrenuestro por sus truncas armenidades. Pobre tiesto que estás en los suelos, petrificado sea el pronombre que te tiró. Venga, ahora el Confiteor, pro indulgencia plenaria de tiestero, según el Debeaccionario, sancionado por los concejales de Trento (p. 222).
Complácenos sobremanera anunciar a la concurrencia de porterarios patricios que no hay nada más gengiskhante que una guiness gigante (p. 251). 


La primera referencia conocida de que Joyce había iniciado la escritura de Finnegans Wake es del año 1923 y la finalizó en 1939, dos años antes de su muerte. Joyce vivió circunstancias muy difíciles mientras escribió este libro, especialmente los dos últimos años: enfermedad e internamiento de su hija Lucía, depresión de su nuera y breve internamiento y dificultades para abrirse paso como tenor de su hijo Giorgio. Si era una situación complicada en lo personal, no lo era menos el contexto histórico europeo con el avance del fascismo en Europa, la desaparición o muerte de sus amigos judíos, y la necesidad de abandonar París cosa que logró en 1940, refugiándose en Suiza. Además quedó casi ciego y el final del Wake tuvo que dictarlo. Y ese capítulo IV es un premio a quienes hemos llegado a él pese a todas las dificultades, el más poético y bello, Carlos recomienda empezar la lectura por este capítulo: 

Que ése es el sueño que deseo sea mío. Lo garabateo y repaso como si fuese una párvula. (…) Que cuando tus holas me abandonan me alcanza el lodo. (…)Así que ahora compláceme. Derriba y reconstruye nuestramorosamorada y cohabitaremos respetablemente. (…) Nosotros solos ante el desnudo universo. (…) Pero no me cabe duda de que es por este camino por donde Vendrá un día. Y te mostrará cómo saltan las chispas entre el pedernal y el helecho a nuestro paso. (…) Esos amores de hortelano que plantamos. (…) De manera que yo también deseaba partir. Pese a todo. Un día estarás frente a mí, riendo y abanicándome con los forzosos reclutas de las ramas de tus sauces, para halagarme. Y yo me quedaré más quieta que el musmo. Y un día correrás hacia mí, rugiente, cómo una gran sombra negra y una penetrante mirada para penetrarme héroe mío. Y yo me quedaré helada rogando por el deshielo (pp 263-265). 
Nos quedan muchas cosas en el tintero, más dudas e interrogantes que certezas. Leer Finnegans Wake es una experiencia única, transitar por sus páginas es como aventurarse en una tormenta en pleno océano, zarandeados por el hermetismo y lo laberíntico del relato. No admite una lectura relajada y agradecida, sino un transitar confuso y abrupto que obliga constantemente a múltiples aproximaciones que con frecuencia acaban en un callejón sin salida. Pese a ello nuestro balance es positivo porque ha generado horas de debate, de búsqueda de información, de posibilidades, dada su circularidad, y de risas también. Además nos ha contagiado y hemos acabado recurriendo en más de una ocasión al calambur para comunicarnos entre risas.

viernes, 7 de noviembre de 2014

JULIO CORTÁZAR, ENORMÍSIMO CRONOPIO.

Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico. Edición de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga
No es un libro al uso, es el álbum de un cronopio, de un ser sensible, ingenuo, idealista, desordenado, bondadoso, heterodoxo y admirable. Es el álbum que alguien que amó mucho a Julio Cortázar, su compañera Aurora Bernárdez, ha seleccionado para componer este libro tierno y entrañable que me ha hecho pasar muy buenos momentos.


Se trata de un álbum, cada letra del abecedario tiene varias palabras que significaban algo o mucho para Cortázar. Esas palabras están ilustradas con fragmentos de sus obras, de sus cartas, de sus discursos o son textos inéditos. Y junto con la palabra, la imagen; muchas fotografías que muestran mil y un momento en la vida de este autor, desde circunstancias personales, literarias, políticas, hasta sucesos tristes, alegres, divertidos o comprometidos.

No me parece que sea un libro para conocer a fondo a Cortázar y su obra, pero eso es mi percepción, la de una persona que ha leído y admirado mucho a Cortázar. Este álbum me ha permitido reencontrarme con él y desear leer aquel cuento que tanto me gustó, Rayuela, escuchar jazz de su mano grande y generosa y quién sabe qué más. En definitiva, este álbum es una invitación, una bella e inteligente invitación a leer a Cortázar, a deambular por una vida vivida intensamente, llena de amistades, de amor y de compromiso político.

La celebración este año del centenario de su nacimiento ha permitido la publicación de algún texto, la reedición de algunas obras y este álbum que su primera compañera ha hilado con paciencia acompañada de Carles Álvarez Garriga que figuran como encargados de la edición. Aurora Bernárdez y Julio Cortázar vivieron juntos 14 años y compartieron afecto y amistad toda la vida ya que pese a que hubo otras parejas, el lazo que les unía fue irrompible y solo la muerte de Cortázar (Aurora se instaló en su casa para cuidarlo y acompañarlo), los separó.


Si amáis a Cortázar, este álbum os encantará, lo paladearéis como un delicado manjar y sentiréis las pulsiones de un hombre que vivió a su aire y que escribió con originalidad lo que su imaginación y creatividad le iban dictando.
Me ha costado mucho decidirme por un texto pero finalmente me he decantado por dos textos que hablan de la amistad y de dos amigos, Paco Reta y Sergio de Castro. El primero me emociona porque es lo que siento hacia tres personas que partieron, pero me recuerda lo que siento con un amigo con quien comparto una fuerte amistad pero que vivimos muy alejados, él casi en el fin del mundo peninsular.
Me habla usted de mi amigo muerto [Paco Reta]; pronto se cumplirá el primer año de su partida. Fuimos los dos tan hondamente camaradas, que ni siquiera la desnuda evidencia de su muerte ha podido alejar de mí la seguridad de su presencia constante. Ahora sé por qué mucha gente cree sinceramente que el espíritu de sus seres queridos alienta junto a ellos, permanece a su lado. (…) Así debe ser la amistad, ¿no es cierto? Ojalá que cuando me llegue el día, alguien me sostenga en su cariño, me perpetúe a través del afecto; será la prueba más honda de que no habré vivido en vano (p. 206)

El segundo me consuela porque en el momento actual me he distanciado de una amiga por el complejo momento político que estoy viviendo en el territorio en el que resido.
Mirá, si he andado muy lejos de vos estos años, ha sido por razones graves para mí. La primera, cuestiones de compromiso político, del que te sé ajeno, y que me distanciaban psicológicamente de todos aquellos con quienes no podía compartir a fondo un ideal que me sigue pareciendo lo más importante en mi vida de hoy y de mañana. No pretendo ni espero que los demás piensen como yo o hagan lo que yo trato de hacer (…).

Julio Cortázar es un cronopio inmensamente grande para mí, este libro es un recorrido emocionado por su obra y su persona. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

FERNANDO PESSOA, Libro del desasosiego. LA RESEÑA IMPOSIBLE.

Esta obra la empecé a leer eligiendo los fragmentos que me atraían por su título o, simplemente, al azar. No fueron muchos los que leí de esta manera caótica pero es totalmente factible abordar así esta obra que es una especie de rompecabezas de fragmentos y más fragmentos que no componen en sí mismo un libro convencional. Solo por esa razón ya es difícil reseñarlo. Cuando opté por leerlo en orden decidí tomarlo en pequeñas dosis como si de poesía se tratara, de este modo me ha acompañado durante más de un año. Otra dificultad para reseñarlo. Sin embargo hace unos días, cuando me quedaban unas ciento cincuenta páginas, decidí dedicarle toda la atención y leerlo como libro principal. Pessoa me poseyó literalmente, me destrozó, me cautivó, absorbió mi pensamiento de tal forma que me dominó hasta el punto de sentirme dolida por el pesimismo, la inquietud y la incertidumbre que desprende. ¿Cómo reseñar desde el corazón doliente? Imposible.


El Libro del desasosiego tiene 574 páginas, un Apéndice y una Nota del traductor, Perfecto E. Cuadrado, que lo alargan hasta las 603 páginas. Su título refleja muy bien su contenido, es la voz de un hombre lleno de inquietud e intranquilidad que se acerca a una depresión profunda y tranquila, según sus propias palabras (p. 589).

Estamos ante una carga de profundidad hacia los sueños, son estériles e inútiles pese a que los ansiamos y deseamos. A través de estos 481 fragmentos y otros más largos, Pessoa crea un almacén de lo impublicable que puede sobrevivir como ejemplo triste (p. 591), un lugar casi físico, un refugio, para sus reflexiones sobre la relación entre verdad, existencia e identidad.

Pessoa es, tras su apariencia de pequeños burgués, un inadaptado a la realidad que, dramáticamente, rechaza soñar por su esterilidad. Y de esa insatisfacción destila la esencia de su ser, de su existencia, de sus decepciones, de sus proyectos fracasados, de sus utopías irrealizables, de sus penas y angustias. Este anti-libro está hecho de retales de tela que, como un patchwork, permite componer y descomponer muchas colchas diferentes.

Llevo meses reproduciendo fragmentos de los fragmentos y seguiré haciéndolo durante mucho tiempo, hoy solo este breve fragmento con el que empieza el ídem nº 259:
Me gusta hablar. O mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades incorporadas.(…)
 Como todos los grandes enamorados, me place la delicia de la pérdida de mí mismo, cuando el gozo de la entrega se vive de una forma absoluta.

Leed esta magnífica obra y dejaros llevar por un autor tan poco convencional, tan lleno de emociones y, pese a que los descarte, de sueños.