viernes, 30 de diciembre de 2016

DAVID FOENKINOS, Charlotte

Esta novela se coló por delante de otras muchas por motivos que no vienen al caso, no la empecé a leer con demasiado entusiasmo y menos cuando vi que tenía un estilo peculiar, frases cortas a la manera de versos sin serlos ni pretenderlo. Parece que el autor eligió esa forma porque no era capaz de escribir esta historia de otra manera. La verdad es que resulta fácil adaptarse a ella y al poco ya no te das cuenta de esa manera tan peculiar de narrar.



¿Quién es Charlotte? 

Una niña, una adolescente, una joven cuya vida es una tragedia. Su familia es muy desdichada por los reiterados desequilibrios mentales que conducen a algunos de sus miembros al suicidio. Así que Charlotte vive su niñez y adolescencia condicionada por las desgracias familiares, los secretos que guardan ante ella y la soledad. Pero a Charlotte le condicionará tanto o más que su familia, su olvidada e insignificante condición de judía que la atrapara, convirtiéndose en determinante, para conducirla a Gurs y, finalmente, a Auschwitz. 
Mientras tanto, Charlotte canalizará su sufrimiento, su soledad, su silencio a través de la pintura, a través del color. Con los pinceles contará y vivirá su vida, será su vida.
Un narrador, el autor, es quien nos relata la biografía de Charlotte y, a la vez, irrumpe en la novela para mostrarnos como siguió cualquier pista que le llevará hacia esa mujer que lo cautivó por completo. 

El trasfondo 

Tan interesante como la biografía de Charlotte es el trasfondo histórico del primer tercio del siglo XX europeo que va aflorado aquí y allí para ponernos en situación. El escenario es Alemania, pero aparecen otros lugares, especialmente Francia, donde Charlotte y sus abuelos maternos se refugian huyendo del nazismo para acabar en una ratonera en la que cualquiera podía sentirse con derecho a denunciar la presencia de una joven judía (extraña por más señas por su obsesión por la pintura). 

El amor 

El amor está presente en la vida de Charlotte aunque solo sea en momentos puntuales y queda embarazada en el peor momento posible. Su amor por Alfred será tan intenso que cuando éste conozca su verdadera dimensión, quedará apabullado. La familia, un pilar fundamental en la vida de Charlotte, será disgregada y fracturada de forma irremediable por el nazismo. 

Fragmentos

Existe un punto preciso en la trayectoria de un artista.
El momento en que su propia voz empieza a hacerse oír.
La densidad se propaga por ella, como la sangre en el agua (55).
...
Hay cuerpos que son consuelos (36).
...
Tiene teorías sobre cómo colocar los libros. 
Muy en especial la de la buena vecindad.
El libro que estamos buscando no tiene por qué ser el que debemos leer.
Hay que mirar el de al lado (63).
...
¡El suicidio es una muerte que se le hurta al enemigo! (141).

Esta novela no trata del nazismo… 

…trata de Charlotte, una mujer especial, introvertida, creativa y luchadora.

viernes, 23 de diciembre de 2016

ELIZABETH STROUT, Me llamo Lucy Barton


La compré porque había leído muchos elogios de ella, mi librera también me habló bien (pero ahora me parece recordar que no lo hizo con entusiasmo, le tendré que volver a preguntar) y además es una de las premiadas con el Premio Pulitzer. La portada es estupenda. La contraportada está llena de elogios de otros escritores. 


Sin embargo… 

… no me ha dicho casi nada. La lectura aguantó hasta mitad del libro, parecía que apuntaba bien aunque no acababa de crecer, cosa peligrosa porque solo tiene 208 páginas de lectura esponjada. Y no creció, al contrario, disminuyó hasta dejarme desilusionada por una historia blanda, sin fuerza, sin interés. 

La enfermedad de Lucy permite el reencuentro con su madre que va a cuidarla cinco días al hospital. Los diálogos con la madre nos muestran de dónde viene Lucy hasta llegar a Nueva York, la ciudad de los infinitos encuentros, y de que el amor entre una madre y su hija permanecen pese a los inconvenientes de la vida. 

No quiero insistir más en un libro que no me ha gustado. Siempre que ocurre que una novela, sobre la que hay unanimidad en que es buena, no me gusta, me deja desconcertada, quizás no era el momento o quizás la leí tras un autor difícil de igualar, Imre Kertész. No creo sinceramente que sean esas las razones, pero… 

Un párrafo (de lo poco que he subrayado): 
La soledad fue el primer sabor que había probado en mi vida, y seguía allí, oculto dentro de la cavidad de mi boca, recordándome (53). 
Siento no tener nada más que decir. Debería no haber hecho la reseña, pero me gusta decir No cuando una lectura resulta frustrada

viernes, 16 de diciembre de 2016

SIRI HUSTVEDT, El verano sin hombres

Hacía tiempo que no leía nada de Hustvedt, tanto que no existía este blog y por eso no hay reseña de los dos libros que he leído: Todo cuanto amé y Elegía para un americano. El primero fue una agradable sorpresa y el segundo redujo mis expectativas, quizás por eso y porque publica dejando pasar años entre una novela y otra, no había vuelto a leer nada suyo. Fue una compañera de trabajo quien me lo trajo tras hablarme un día de cuánto le gustaba esta autora tras leer su última novela, Un mundo deslumbrante


¿Agradable sorpresa o decepción? 

Más bien lo primero, leí la primera frase y ya no pude dejar de leer esta historia:
 Poco tiempo después de que él dijera la palabra pausa me volví loca y tuvieron que ingresarme (11).
Hustvedt cuenta una historia interesante en la que las protagonistas principales son mujeres, unos personajes que resultan creíbles y que cuentan sus cuitas una vez que la mayoría ha pasado años de relación con hombres. Quizás por eso se esmeran en vivir un verano sin hombres.

Un grupo de adolescentes, una madre joven o la hija de Mia, la protagonista Mia Fredricksen en la cincuentena y el grupo de amigas “los Cisnes” que están al final de sus vidas con edades comprendidas entre los ochenta y cien años. 

En un tono ligero, con momentos de humor vitalista, se van desgranando las vidas de las mujeres, sus preocupaciones, sus mezquindades, su amistad, sus reflexiones sobre el amor y sobre los hombres con los que han convivido, mientras Mia va saliendo del pozo de locura al que le llevó su marido cuando le pide una pausa y se marcha a vivir con una joven.

Bien escrita… 

Me gusta la manera en la que escribe Hustvedt, su prosa poética te atrapa y te seduce. La aparente ligereza de la historia que cuenta, no evita un poso de tristeza por los estragos de la vejez y el paso del tiempo, tras una historia casi cómica se esconden temas trascendentales. Resulta original el interpelar al lector/a para hacerle algún comentario como que no se desesperen, los amables lectores, por la falta de acción porque pronto harán algo los personajes. Lo sé porque lo he vivido (112). De la misma manera, los pequeños dibujos que aparecen en la narración son guiños al lector. 

Me gusta este fragmento… 

Mi cabeza era un almacén de multiloquios, un flux de mots, una miríada de contrarios que discutían y debatían y se desafiaban unos a otros en un enfrentamiento mordaz y que sólo se acallaban para volver a empezar a discutir una y otra vez. A veces ese murmullo interno me agotaba (108). 

Y como no, este otro… 

Un libro es producto de la colaboración entre el lector y el texto y, en el mejor de los casos, ese encuentro da lugar a una historia de amor como cualquier otra (180). 

Una historia de amor… con un final previsible, lo más decepcionante para mí de la novela puesto que todo conducía a otro desenlace. Una novela que se lee con facilidad y que me ha ido muy bien en un momento de intenso y pesado trabajo.

viernes, 9 de diciembre de 2016

HANNA KRALL, Ganarle a Dios

Con ese título tan contundente y comprometido esta breve obra, sustentada en un peculiar diálogo entre la autora y Marek Edelman nos guía en uno de esos episodios históricos dignos de conocer: el levantamiento que se produjo en el gueto de Varsovia por parte de sus últimos habitantes en 1943.


Edelman fue el único superviviente de los cinco comandantes del gueto y a través de sus recuerdos y de su vida posterior, se van desgranando en el libro los sucesos más destacados. No esperemos un orden cronológico en los hechos, ni un relato continuado de lo sucedido, este Ganarle a Dios es otra cosa, es una reflexión sobre el ser humano expuesto a situaciones límite cuando tiene que tomar decisiones como vivir o morir, como morir o morir con dignidad luchando, como salvar a unos y abandonar a otros. Dilemas que aparecen entre las páginas de este libro que están preñadas de vida y de muerte, de esperanza y decepción. 

Cuando se puede salvar una vida practicando la medicina, tras ver tanta muerte, alguien puede estar tentado de pensar que le ha ganado la partida a Dios. En todo caso, al margen de creer o no que esa partida es ficticia, es balsámico conocer que en el infierno puede sobrevivir cierta dignidad que salva al ser humano… si eso es posible. 

Una lectura recomendable y de lectura lenta.

viernes, 2 de diciembre de 2016

ORHAN PAMUK, Me llamo Rojo

Desde que leí Estambul. Ciudad y recuerdos, tenía ganas de leer otra de sus novelas y que esta no fuera tan autobiográfica como Estambul. Me costó encontrar este ejemplar de bolsillo y páginas amarillentas por el paso del tiempo y por su uso, ya que se trata de un ejemplar de una biblioteca cerrada (y supongo que sus libros vendidos). Aunque algunas páginas tienen el sello de la biblioteca, no consigo ver de dónde era. Me gusta mucho tener este ejemplar tan manoseado y viejo, tengo la sensación de haber rescatado un libro de su destrucción definitiva.  

El tema 

Su extensión de 687 páginas ha hecho que el libro me haya acompañado durante casi tres semanas por disponer de poco tiempo. Me llamo Rojo tiene tres temas principales. Una intriga desencadenada por el asesinato de dos personas y que no se descubre hasta el interesante penúltimo capítulo, “Me llamarán Asesino” (cap. 58). El segundo tema es el amor. El tercer tema es un asunto muy querido por Pamuk y que ya aparecía en Estambul, los símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas, especialmente al ser Turquía un país de frontera, entre Oriente y Occidente. En esta línea de contraposición entre culturas, Pamuk nos habla de la manera de entender la pintura islámica. El Corán prohíbe la iconografía, por tanto, la producción artística en Persia, Afganistán, Paquistán, Turquía y otros países musulmanes se orientó a través de artesanos que nunca firmaban sus obras. Eran solamente ilustradores de libros (nada de imágenes en cuadros, alfombras o tapices, todo quedaba limitado a ilustrar libros. La prohibición de las imágenes puede hacer caer a quienes se atrevan a pintarlas en la idolatría.


Las tradiciones de los ilustradores islámicos implicaron en el siglo XVI ignorar la perspectiva para evitar aberraciones, la planitud y la posición del horizonte por encima del marco de la pintura, como si el espectador estuviese muy alto, es la forma de ver el mundo por parte de Dios. 

La trama se articula alrededor del deseo del Sultán de que se realice un libro sobre su reinado para impresionar a los gobernantes venecianos para que teman al imperio otomano y se avengan a negociar. Para lograr dicho objetivo había que adoptar el estilo de los “francos” (de occidente) y apartarse de la tradicional manera de hacerlo en oriente que suponía entrar en colisión con la ortodoxia islámica. Cuatro artistas trabajarán en secreto, elaborando un libro lleno de imágenes nuevas, entre ellos el asesino.

¿Cómo consigue hacer compatible los tres temas señalados? 

Pamuk estructura la novela en 59 capítulos a través de los cuales presenta a los personajes de la novela (Negro y los demás ilustradores, Seküre, Esther, Tío, etc.), introduciendo múltiples narradores que nos dan su punto de vista personal sobre los diversos temas. Dota de vida, y los convierte en personajes, a un perro (cap. 3), a un árbol (cap. 10), al dinero (cap. 19), un color (cap. 31), a un caballo (cap. 35), al diablo (cap. 47), y también a algún personaje muerto y al propio asesino.

A partir de esta técnica, los temas se van entrecruzando al compás de conversaciones, luchas, odios, intrigas y coacciones. El ser humano es el gran protagonista de esta novela, un ser humano contradictorio que trata de buscarse la vida sorteando las dificultades de la época.

Me llamo rojo (cap. 31 y título de la novela) responde a la pregunta ¿en qué consiste ser un color (rojo)? 
-Si lo tocáramos con la punta de un dedo sería entre el hierro y el cobre. Si lo cogiéramos en la mano, quemaría. Si lo probáramos tendría un sabor pleno como de carne salada. Si nos lo lleváramos a la boca, nos lo llenaría. Si lo oliéramos, olería a caballo. Si oliera como una flor se parecería a una margarita, no a una rosa roja (316). 
Nunca había leído que un color se transformara en personaje. Fantástica la descripción del rojo (¿se parece a una margarita?). 

Un fragmento 

Resulta muy difícil elegir un fragmento entre los que tengo resaltados, he seleccionado esta reflexión: 
Si se nos presenta la ocasión siempre preferimos creer que hacemos por un objetivo más loable las maldades que estamos dispuestos a hacer por nuestros miserables intereses, por los sentimientos que nos hacen arder de pasión o por el amor que nos convierte en seres desilusionados (…) (206). 
Y uno breve pero muy bello 

(…) si el rostro de vuestra amada vive grabado en vuestro corazón, el mundo sigue siendo vuestro hogar (64). 

Mi recomendación es que leáis a Pamuk, merece la pena situarnos en la encrucijada entre oriente y occidente. Merece la pena no olvidar la represión sistemática y el fanatismo que están sufriendo muchos ciudadanos/as en Turquía en la actualidad.

viernes, 25 de noviembre de 2016

THOMAS BERNHARD, Goethe se muere

No había leído nada de Bernhard hasta este libro de relatos, me parece que puede ser un buen punto de partida para seguir leyendo a este autor. 
He leído que Bernhard quería que estos cuatro relatos se publicaran juntos, sin embargo la realidad fue que aparecieron separados en diferentes publicaciones hasta ser editados tal como quiso en 2010 (dos años después apareció la edición española).


Pese al interés de su autor porque aparecieran juntos, los cuatro relatos narran historias diferentes si bien hay algunos aspectos que son comunes. 

1º Los personajes de estas historias son de carne y hueso y viven de verdad. No se trata de que las historias que cuentan sean verídicas o próximas a nosotros/as, se trata de que las emociones que contienen son universales. 

2º El autor posee una lengua literaria propia, aunque en estos relatos ofrece muy pocos detalles de la historia que cuenta, emplea la expresión de sentimientos, emociones, visiones, etc. a través de la evocación. La ironía, la provocación y la irreverencia emergen en sus relatos y más de una vez nos sorprende y nos deja asombrados y sonrientes o tocados por lo que dice. 

3º Dicen que Bernhard es un maestro del pesimismo, desde luego estos relatos destilan propensión a juzgar lo que narra por su aspecto más desfavorable, especialmente los tres relatos que acompañan al que da nombre al libro. 

En “Goethe se muere” encontramos a Goethe en puertas de la muerte queriendo conocer al filósofo Wittgenstein que vivió siglo y medio después que él. Bernhard admiraba a Wittgenstein, el más grande de todos (25), y lo demuestra con esta situación imposible, haciéndole decir a Goethe que el Tractus estaba por encima de su Fausto y de todo lo que él había escrito o pensado (34). 

En “Montaigne”, que he leído con especial interés, el autor construye a partir de la elección de un libro de Montaigne a escondidas, una trama sencilla y original. 
Había ido a la biblioteca y había cogido de los estantes un libro filosófico, con conciencia de estar cometiendo un crimen, porque a sus ojos simplemente entrar en la biblioteca era ya un crimen, y un crimen mucho mayor aún coger un libro filosófico de los estantes… (49). 
En “Reencuentro”, el relato que más me ha impresionado, se centra en el conflicto generacional entre padres e hijos desde una perspectiva tremendamente pesimista pero llena de ironía que quizás provoca que impacte más. 
Los padres hacen hijos y procuran por todos los medios aniquilarlos, dije, mis padres lo mismo que los tuyos y todos los padres juntos y por todas partes. Los padres se permiten el lujo de tener hijos y los matan. Y todos tienen sus métodos más diversos, como corresponde. Nuestros padres nos aniquilaron al reprocharnos continuamente que éramos culpables de su intranquilidad y, en definitiva, de todo lo que a ellos se refería. Nuestros padres nos echaron la culpa de todas las culpas, esa es la verdad (91). 
Cierra el libro “Ardía”, el relato más intimista y más vinculado al propio autor puesto que hace una crítica desgarradora a su país, Austria. 
Y cuando del gobierno austriaco, que, como sabe, es el más estúpido gobierno del mundo, y del clero católico austriaco, que ha sido siempre el más taimado del mundo, apenas veía ya más que restos socialcristianos y católicos y nacionalsocialistas en aquel desierto calcinado negrogris, respiré profundamente, aunque tosiendo, aliviado (115). 
Me parece que si Bernhard viviera para ver el giro de la ciudadanía austriaca hacia la extrema derecha, su opción de retirarse dentro de sí se acrecentaría.

viernes, 18 de noviembre de 2016

AMOS OZ, Judas

Fue la lectura en la prensa de una reseña sobre esta novela la que me empujó a iniciarme en este autor, entonces decidí no leerla y dejar paso a su novela más conocida, Una historia de amor y oscuridad

Disfruté mucho leyendo esta historia de amor y oscuridad, una novela autobiográfica que, como la vida misma, se movía entre la luz y la oscuridad, entre el amor y las emociones más oscuras. Toda la narración era un juego, o una encarnizada lucha, entre la luz y todo aquello que pugnaba por impregnar la vida de negrura y oscuridad. En cierta manera Judas trata de lo mismo aunque el aspecto autobiográfico, si existe, es más sutil. 


¿El tema trata de Judas? 

Sí, trata de Judas, un traidor para el cristianismo, el prototipo de judío que vende a alguien que ama a cambio de unas monedas. Sobre el estereotipo de judío, el nazismo y el antisemitismo europeo anterior envenenó (y envenena) la imagen llena de subjetividad que tenemos de esta comunidad, agravada por la política del Estado de Israel, especialmente derechista en los últimos años. Hay que hacer un verdadero ejercicio de ruptura con esos estereotipos, para ello Amos Oz y otros escritores/as (entre ellos algunos de mis favoritos: Imre Kertész y George Steiner) nos pueden ayudar, para desembarazarse de muchos tópicos cargados de antisemitismo.

Judas, no solo no fue un traidor sino el primer cristiano de verdad, el primero que creyó que Cristo resucitaría, el primer decepcionado que optó por colgarse al ver que había conducido a la muerte a Jesús. La traición por unas monedas es imposible puesto que es el único de los apóstoles que tenía una posición económica acomodada. 

Este planteamiento sobre Judas es la base de una investigación universitaria que lleva a cabo el joven Shmuel Ash. Este joven ve como su vida se tambalea cuando su novia le abandona, su familia se arruina y él debe dejar los estudios y buscarse la vida. Parece encontrar la solución en un anuncio en el que se ofrece habitación y comida a cambio de dar conversación durante cuatro horas a un anciano inválido que vive recluido en una casona de Jerusalén. 

¿Qué ocurre en la casa? 

Esta es una historia del invierno de finales del año cincuenta y nueve y principios del sesenta. En esta historia hay error y pasión, hay amor no correspondido y cierta cuestión religiosa que queda aquí sin resolver (11). 
La casa es un lugar especial, con un pequeño jardín con pozo, escalones de acceso a la casa inestables, habitaciones cerradas, muchos libros y una enigmática mujer en la cuarentena, Atalia. Oz pone todos los ingredientes para que la historia de Atalia, su suegro (el anciano al que Shmuel acompaña), su marido muerto en la primera guerra que afrontó Israel y el recuerdo de su padre, Abravanel, capten nuestra atención. 

Las emociones que unen a estos personajes, así como el trasfondo de las diversas posiciones que se pusieron de manifiesto cuando se fundó el nuevo estado de Israel, se entretejen de tal manera que la novela capta nuestra atención hasta un final abierto que no decepciona. Y es que Abravanel proponía acordar la convivencia con la población árabe y no imponer la creación de un estado judío, posición minoritaria que provocó la acusación de traición, como a Judas, por parte de su entorno político y personal. 

La traición como tema… 

TRAICIÓN, una palabra llena de odio, de agresividad, especialmente si se entiende como delito cometido contra un deber público, como la patria para los ciudadanos o la disciplina para los militares o la fe para los creyentes. El estigma cae sin remedio contra las personas críticas, contra quienes piensan de manera diferente en los momentos de fervor (nacionalista, religioso o político). De eso trata esta novela, de la incomodidad de quien lleva ese estigma que lo convierte en un apestado condenado a la soledad y el silencio, cuando no al asesinato (como ocurrió, por ejemplo, con el socialista Jean Jaurès).

Un fragmento 

Thomas Mann escribió en alguna parte que el odio no es más que amor al que se le ha añadido el signo matemático de menos . Los celos son la prueba de que el amor se parece al odio, pues en los celos se mezcla el amor y el odio. En el Cantar de los Cantares, en un mismo versículo, se nos dice que “fuerte como la muerte es el amor, duros como el sepulcro los celos” (140). 
Una buena novela… de esas que nos abren interrogantes, que nos dejan con ganas de saber más, que nos emocionan. 

Un defecto: hay errores tipográficos que a mí me molestan mucho.

viernes, 11 de noviembre de 2016

MATHIAS ENARD, Brújula.

Me ha costado casi un mes leer esta novela, pide lectura lenta aunque no es excesivamente voluminosa, 430 páginas de una buena edición. Empecé a leerla en un momento de vuelta al trabajo que no favorecía su lectura, empecé más lenta de lo habitual (digo lenta en mal sentido, esa lentitud que dificulta coger el hilo), sabía que tenía entre manos buena literatura, así que no me apuré y dejé que la lentitud se transformara en lectura lenta, cogí el hilo y lo fui tejiendo con parsimonia, disfrutando del contenido y del estilo de escribir de Enard.


No había leído nada suyo, ahora sé qué debo hacerlo. Mathias Enard es un francés enamorado de Oriente y de Barcelona puesto que en esta ciudad vive y ejerció (desconozco si lo sigue haciendo) de profesor de árabe en la Universidad Autónoma.

Cual Ulises de mi admirado Joyce, Brújula se desarrolla en una larga noche de insomnio en la que Franz Ritter, con una enfermedad indescifrable, evoca su vida de adulto. Vive en Viena, cuyas imágenes mantengo frescas en mi mente tras visitarla este verano, en un apartamento desde el que ve como empieza a nevar. Es musicólogo, lo que nos dará la oportunidad de disfrutar de sus saberes sobre música que más de una vez me han llevado a internet a buscar las piezas de las que habla, así que es una novela musical, o así permanecerá en mi memoria. 


Franz tiene un gran amor, Oriente Próximo, así que sus evocaciones transcurren por Estambul, Alepo (sí, la destruida Alepo, de la que habla antes y después de la guerra que la está destruyendo sistemáticamente), Damasco, Teherán, pero también el oriente de Oriente (China, India…). Viena es la puerta de oriente, parece increíble pero es así, los turcos estuvieron a sus puertas. Rememorando a Oriente, el autor hace gala de su erudición, sin que sea una barrera para seguirle en sus evocaciones, y nos habla de música, de arte, de literatura y con todo ello nos va desgranando deliciosas anécdotas de los y las orientalistas que irá conociendo en sus viajes. La influencia de Oriente en Europa y en sus escritores/as es enorme, a veces es un orientalismo subjetivo, inventado, pero no por ello menos relevante. 

Franz tiene otro gran amor: Sarah. Una pelirroja francesa, de origen judío, que adora también Oriente y a la que conoce entre ese ambiente de orientalistas del que os he hablado. El amor de Franz hacia Sarah inunda todas las páginas de esta novela, un amor imposible, un amor que quizás es la causa de la enfermedad indescifrable que padece al estilo del joven esclavo árabe de la sevdalinka (canción) que he tenido en mi lateral desde hace tiempo y que pertenece a una tribu de Yemen, los asra, que mueren cuando aman (p. 411). 

Pero Brújula no se acaba en estos dos amores que lo inundan todo, el autor nos habla de la actualidad en Siria, del nazismo y de su persecución a muerte contra los judíos austriacos, del yihadismo, de Europa, que quizás ha perdido el norte por su defectuosa brújula (una broma que le gasta Sarah a Franz), del opio, de la prostitución…, resulta imposible resumir esta novela marcada por los viajes y la cultura oriental. 

Un fragmento… 
Lo que me fascina de Sarah es que no posee nada. Sus libros y sus imágenes están en su cabeza; en su cabeza, en sus innumerables libretas. A mí los objetos me tranquilizan. Sobre todo los libros y las partituras. O me angustian. Puede que me angustien tanto como me tranquilizan (57) 

Y otro… 
En una biblioteca está el universo entero, no hay necesidad de salir de ella; a santo de qué dejar la Torre, decía Hölderlin, el fin del mundo ya aconteció, no hay razón para ir a comprobarlo por uno mismo… (235). 

Y un tercero… 
Oriente es una construcción imaginaria, un conjunto de representaciones del que cada uno, dependiendo del lugar desde el que habla, saca conclusiones distintas (315). 

Amores imposibles (430). 

Cierro los ojos, 
mi corazón sigue latiendo ardientemente. 
¿Cuándo reverdecerán las hojas en la ventana?
¿Cuándo tendré a mi amor entre mis brazos?

viernes, 4 de noviembre de 2016

MARCEL PROUST, Sodoma y Gomorra. En busca del tiempo perdido IV

Me ha costado más de un año volver a Proust y encarar este cuarto volumen, quedé exhausta con el anterior y con dudas de continuar. Decidí leerlo en vacaciones pensando que eso mejoraría mi predisposición y, en parte, así ha sido, disponer de más tiempo y no tener los agobios propios del trabajo ha aportado su grano de arena para que su lectura haya sido más satisfactoria. 

Imprescindible en su lectura… 

Ya he mencionado en las reseñas anteriores que En busca del tiempo perdido requiere mucha atención en la lectura y concentración para evitar descolgarse entre las múltiples y prolijas descripciones que son la marca-proustiana. Llegada a este cuarto volumen, ya sabía lo que me iba a encontrar puesto que llevo un largo camino recorrido con sus personajes y temas. 


El tema, por llamarlo de alguna manera… 

Sodoma y Gomorra fueron dos ciudades castigadas por Dios con fuego y azufre por sus muchos pecados y es la fuente de inspiración para este volumen. Proust empieza la novela con un encuentro que el narrador presencia por casualidad entre el Sr. De Charlus y Jupien, de esta manera plantea el tema de la homosexualidad como centro de la narración. Este encuentro que conforma la primera parte con apenas cincuenta páginas da pie a la segunda parte, la más larga que queda dividida en cuatro capítulos. En el primer capítulo la narración se centra en una recepción en casa de los príncipes de Guermantes donde aparecen muchos personajes ya conocidos, entre los que reaparece Swann bastante enfermo, de nuevo el caso Dreyfus tiene gran protagonismo en las conversaciones. 
El príncipe se ha limitado a soltar un exabrupto a Swann y le ha hecho saber, como decían nuestros padres, que no debía volver a aparecer por su casa, dadas las opiniones que pregona (…) debería haber cortado hace más de seis meses con un dreyfusista notorio (102). 
El comportamiento del Sr. De Charlus visto desde el conocimiento de su homosexualidad tiene todo el protagonismo. Por otro lado Albertine acapara los pensamientos (y los celos) de nuestro protagonista. 

El segundo capítulo nos vuelve a llevar a Balbec a orillas del mar, donde el protagonista había estado con su abuela, a la que ahora recuerda una vez muerta con tristeza. Esos recuerdos le llevan al borde de la depresión al ser consciente de su definitiva desaparición. A este estado de ánimo se une la sospecha, por un comentario del Dr. Cottard, de que Albertine pueda tener deseos lésbicos con una amiga. 

En el tercer capítulo y cuarto nos encontraremos en una comida organizada por la Sra Verdurin y todo su núcleo de acólitos al que se unirá el Sr. De Charlus y su protegido, el violinista y militar, Morel. La relación entre Charlus y Morel, junto con la relación de nuestro protagonista con Albertine (y sus dudas sobre si la deja o se casa con ella) acaparan el último capítulo. 

Líneas de continuidad… 

Nada nuevo sobre su estilo en este volumen, su prosa delicada, prolija, lenta, deteniéndose páginas y páginas en la descripción de sus personajes, de sus mentalidades y de sus emociones, se extiende a lo largo de sus páginas. 

A veces cuesta mantener la paciencia y leer la minuciosidad que le dedica, por ejemplo, a la etimología de los nombres de las localidades próximas o las conversaciones intrascendentes que sostiene esa ociosa clase alta que disecciona Proust. Sin embargo tiene fragmentos brillantes, llenos de sentido del humor que desvelan la vacuidad de esos personajes ociosos que llenan sus páginas. De nuevo su denuncia del antisemitismo reinante en la sociedad francesa, alrededor del caso Dreyfrus, es desolador y se convierte en un factor de exclusión social como en el caso de Swann.

Los celos, el amor y el deseo también son temas reiterativos en esta obra, centrados en esta ocasión sobre todo en nuestro protagonista y Albertine.

Un párrafo… 
Se sentía, en efecto, vivo desde que había descubierto a alguien que conocía la mediocridad de los Cambremer y la grandeza de los Guermantes, alguien para quien existía el universo social: como un viejo latinista que –después del incendio de todas las bibliotecas del globo y el ascenso de una raza enteramente ignorante- se sintiera de nuevo sobre terreno firme y recuperara la confianza en la vida, al oír a alguien citarle un verso de Horacio (573). 
Sobrepasado el ecuador de la obra, me siento más animada para concluirla

viernes, 28 de octubre de 2016

MICHEL DE MONTAIGNE, Los ensayos (según la edición de 1595 de Marie de Gournay). LIBRO II

En mayo de este año concluí la lectura del primer libro de Los ensayos con el propósito de encarar el segundo libro en verano y así lo hice. Ha sido una de mis compañías lectoras del verano 2016, eso sí, sin sacarlo de casa que pesa mucho.



De las más de quinientas páginas leídas se desprende que Montaigne resulta en algunos capítulos muy actual como en este fragmento de “La inconstancia de nuestras acciones” (Cap. I): 
Estamos por entero hechos de pedazos, y nuestra contextura es tan informe y variada que cada pieza, cada momento, desempeña su papel. Y la diferencia que hay entre nosotros y nosotros mismos es tanta como la que hay entre nosotros y los demás (488). 
Pero en otros resulta retrógrado y superado como cuando habla de las mujeres (pocos autores mantienen la sabiduría cuando hablan de la otra mitad de la humanidad, y menos del siglo XVI) en la “Costumbre de la isla de Ceos” (Cap. III): 
Es razonable dejar la administración de los negocios a las madres mientras los hijos no tengan la edad, según las leyes, para asumir la carga; pero el padre los ha criado muy mal si no puede esperar que en su madurez sean más sensatos y capaces que su esposa, habida cuenta la ordinaria flaqueza de este sexo (571).
En el segundo libro destaca el extenso capítulo XII titulado “Apología de Ramón Sibiuda”, en el que el autor reflexiona sobre temas muy diversos: la ciencia y su utilidad (es escéptico sobre que nos pueda proporcionar la sabiduría y la felicidad); la religión y la inmensa sabiduría de Dios; muy prolija es la parte dedicada a los animales y sus similitudes con las personas; el maltrato hacia los animales; el amor; la cultura; el alma; y los sentidos. Destaco este párrafo:
Cuando cojo un libro, habré percibido en tal pasaje gracias excelentes y que me han llegado al alma; lo retomo de nuevo, y por más vueltas y revueltas que le doy, por más que lo doblo y lo manejo, es una masa desconocida e informe para mí (848). 
Es fácil encontrar fragmentos interesantes, frases o incluso palabras, Montaigne recurre a los clásicos griegos y relaciona sus apreciaciones con las de ellos. Hay multitud de fragmentos de estos autores que enriquecen el texto de Montaigne, elegiré uno extremadamente breve y profundo: 
Es dulce el recuerdo de las penas pasadas (Eurípides) (724). 
Me queda relativamente poco para acabar con esta obra, el tercer libro es más breve que los anteriores y ya he superado la página mil doscientos. Es posible que decida acabarlo en las próximas vacaciones… será el año de Montaigne

viernes, 14 de octubre de 2016

ALBERTO MANGUEL, Una historia de la lectura

Hace bastante tiempo que había comprado este libro, por temporadas acudía a él para saciar mi sed. Este verano decidí emprender su lectura completa escanciándolo como si fuera (y lo es) un vino delicado pero con cuerpo que conviene beber poco a poco para no marearse y para no agotarlo sin darse cuenta. Y es que como dijo Francis Bacon: Algunos libros hay que saborearlos, otros hay que tragárselos y unos pocos hay que masticarlos y digerirlos (203). A lo largo de los dos meses de verano he ido leyendo cuando me despertaba, y solo entonces, a veces casi de madrugada cuando el calor me daba un reposo y recostada en un enorme cojín de plumas leía en la cama hasta que la casa comenzaba a bullir y los ruidos emergían en la calle. 

A un ceñudo amigo de este blog le gusta mucho leer en la cama, como a Colette, para él va dedicado este fragmento… 
(…) la combinación de cama y libro me proporcionaba algo semejante a un hogar al que siempre podía volver, noche tras noche, donde fuera que estuviese. (…) No creo recordar una mayor alegría global que la de llegar a las últimas páginas y dejar entonces el libro, de manera que el final no se produjera hasta el día siguiente, recostándome después en la almohada con la sensación inequívoca de haber detenido el tiempo (181).

El autor 

Nació en Argentina, Buenos Aires, en 1948. Es en la actualidad, y desde 1988, ciudadano canadiense. De hecho, este libro publicado en 1996 está escrito en inglés y traducido al castellano (no por el autor, algo que me resulta sorprendente) y publicado en 1998. Es escritor, traductor, periodista, editor y crítico literario, dicen que es un gran explorador de la palabra oral y escrita. Tiene bastantes obras publicadas de géneros diferentes que podéis rastrear en internet si os interesa.

La obra

Sorbo a sorbo de mi delicioso earl grey medito como hacer esta reseña, quisiera reproducir algunos de los muchos fragmentos que he subrayado o señalado en el libro, más que hablaros de él. Decido hacerlo así. Pero antes de pasar a ello decir que este libro es una historia de la lectura muy personal, sin orden cronológico, ni temático, más allá del que ha encontrado su autor de forma subjetiva. Su lectura es deliciosa y entretenida, parece una novela que nos va conduciendo de sorpresa en sorpresa hasta la última página. 


Y empecemos… ya que todos nos leemos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea para poder vislumbrar qué somos y dónde estamos (21)

Decir que puesto que cada persona cambia y el mundo también, es posible no una, sino casi una infinidad de lecturas, que se alimentaban unas de otras (108). Y puesto que cada persona tiene sus momentos condicionados por su situación personal, una buena biblioteca debe ofrecernos siempre la lectura adecuada, ya que los libros no nos conocen hasta que no los abrimos y esperan nuestros comentarios y opiniones. Somos lo que leemos (205). Y ello pese a que no leo buscando mi reflejo al modo narcisista. 

La lectura es acumulativa (…) cada nueva lectura edifica sobre lo que el lector ha leído previamente (35)

Cada lectura, de hecho, nos conduce a otra y ésta a la siguiente y así sucesivamente, sobre todo si leemos de una de las maneras posibles que consiste en una cuidadosa exploración, escudriñando el texto para entender su oscuro significado, encontrando placer en el sonido de las palabras (28)… Leyendo así, leemos con un motivo ulterior (aprender, criticar o cualquier otro), el texto es un vehículo para otra función (216). 

La asociación de los libros con sus lectores es distinta de cualquier otra entre objetos y usuarios (246)

El acto de leer puede ser física participando todos los sentidos: los ojos que extraen las palabras de la página, los oídos que se hacen eco de los sonidos leídos, la nariz que aspira el aroma familiar de papel, goma, tinta, cartón o cuero, el tacto que advierte la aspereza o suavidad de la página, la flexibilidad o dureza de la encuadernación; incluso el gusto, en ocasiones, cuando el lector se lleva los dedos a la lengua (279). 

Yo abrazo los libros, los huelo, los sopeso…, sí, es una relación íntima que me hace muy difícil desprenderme de ellos. Además si doy alguno, a los poco días descubro que era precisamente ése el que estaba buscando. He ordenado de diversas maneras mis libros pero os puedo asegurar que muchas veces los encuentro por la referencia física de dónde están (no todos, claro, sino aquellos que más me han gustado o que he releído). Dice Manguel que conservarlos es algo semejante a una voluptuosa codicia (271). Puede ser, en todo caso me pasa como a él: disfruto con la visión de las estanterías abarrotadas de libros familiares, me complace saber que estoy rodeado por algo que se asemeja a un inventario de mi vida dándome indicios sobre mi futuro (271).

Familia de los lectores (344)

Y acabo, supongo que os habrá ocurrido sentir afinidad por un desconocido por lo que está leyendo en el bus o en el tren, tener una amistad que se cimenta esencialmente en la literatura o, como es el caso de los blogs, que forma una pequeña familia cuya sustancia está en los libros. Y es que a veces leemos, cuando las estrellas nos son propicias, (…) conteniendo la respiración, estremeciéndonos, (…), como si de repente, hubiésemos recuperado un recuerdo salido de lo más hondo de nosotros mismos (…) haciéndonos más viejos y más sabios. 

Un recomendable libro el de Manguel

viernes, 7 de octubre de 2016

MAJGULL AXELSSON, La bruja de abril


Periodista y escritora sueca nacida en 1947, escribió esta novela en 1997, siendo premiada con el Premio August de su país. Como periodista ha tratado temas sobre los problemas actuales del mundo especialmente relacionados con la infancia, desde el trabajo infantil a la pobreza y desde la prostitución infantil al turismo sexual. Algo de todas estas preocupaciones está presente en esta novela. 

¿Es posible hacer literatura nórdica sin ser negra

Desde luego que sí, pero resulta curioso que, quizás por no ser novela negra, esta autora solo tiene esta novela traducida en castellano.
El título lo toma prestado de Ray Bradbury, su mentor literario, haciendo referencia a una festividad celebrada en la noche del 30 de abril al 1 de mayo en extensas regiones de Europa Central y del Norte, noche conocida como la noche de las brujas o noche de Walpurgis.  
La bruja de abril es otra cosa [que los benandanti]. Ella sabe lo que es. Y cuando ha llegado a familiarizarse con sus facultades, sabe ver a través del tiempo que se cierne por el espacio, sabe esconderse en gotas de agua y en insectos tan livianos que llega incluso a tomar posesión de seres humanos. Pero no tiene vida propia. Su cuerpo es siempre tenue, incompleto, inmóvil (121).
Como he dicho no se trata de una novela de género negro y tampoco tiene nada que ver con el género fantástico o de terror pese a que la protagonista tiene poderes especiales y es capaz de habitar a otras personas (y animales) y manipularlos a su antojo. Memorable resulta como logra tener relaciones sexuales con el hombre del que está enamorada, el Dr. Hubertsson, pese a su minusvalía física que lo hace materialmente imposible. 


¿De qué trata la novela? 

Desirée Johansson, la protagonista y narradora de la novela, nació con parálisis cerebral siendo abandonada por su madre e internada en un centro para incurables de una clínica cercana a Estocolmo en la década de 1950.

Cuando a través del médico sabe quién es su madre y que ésta acogió en su casa a tres niñas abandonadas por sus familias se plantea como objetivo que sus hermanas se junten una vez más y hablen pese a lo dolorosos que puedan ser los recuerdos. Las vidas de las tres hermanas, Christina, Margareta y Birgitta, no ha sido fácil, el daño causado en su infancia por el maltrato, el abuso y el abandono no les resultó fácil de asimilar pese a encontrar en Ellen, la madre de Desirée, una persona adulta que las trataba con afecto y que cubría sus necesidades básicas, cosa que no ocurría en el caso de las madres verdaderas.

La vida de cada una de las tres irá apareciendo en la novela dejando su carga de tristeza, amargura y dificultad para afrontar la vida cuando pierden a Ellen aun siendo adolescentes. Sus vidas, envueltas en las mentiras y en la incapacidad para superar los traumas infantiles, duelen y nos dejan un regusto amargo cuando todo acaba orquestado por Desirée, la bruja de abril, que las manipula para que acaben hablando en una especie de catarsis que, seguramente, llega demasiado tarde.

Sus méritos… 

La autenticidad del contenido que nos desvela, como hace la novela negra nórdica, una cara desconocida de los mitificados países del norte. Una historia bien narrada y construida pese a los numerosos saltos en el tiempo que se producen y las varias historias que se entremezclan.

Los problemas psicológicos que algunas personas cargan desde el momento de nacer, o en sus primeros años de vida, por el maltrato que reciben de sus progenitores. Los sentimientos están a flor de piel en muchos momentos de la novela sin caer en la ñoñería y en la autocompasión.

Una novela que engancha. 

Un fragmento que describe uno de los pocos buenos momentos… 
(…) la aurora boreal. Era inmensa, tan grande que llenaba la mitad del cielo, y tenía un color que hasta entonces ella nunca había visto, solo había oído hablar de él. Habitualmente, la aurora boreal es blanca o azul, pero esa noche arrojaba ondas de color violeta oscuro por todo el cielo, líneas esponjosas se hinchaban y se deshinchaban, grandes golpes de púrpura aleteaban como sábanas puestas a secar en un sueño ventoso. Y el cielo se reflejaba en la tierra. La nieve, allá abajo, sobre la tierra, cobró de pronto un color lila (368).
Y una frase… 
Confían el uno en el otro. Pero no se fían el uno del otro (367). 
Una novela recomendable.

viernes, 30 de septiembre de 2016

NATALIA GINZBURG, Léxico familiar

De esta autora había leído Las pequeñas virtudes un texto a medio camino entre el ensayo y la autobiografía como es el caso de este Léxico familiar. En el primero que leí (y que no recuerdo por qué no reseñé pese a leerlo hace un año) se reunían once textos de diversos temas en los que está muy presente Cesare Pavese, razón por la cual empecé a interesarme por leerlo. En esta obra que comento ahora también está presente este escritor y ofrece sugerencias para comprenderlo mejor. 


Resulta interesante la manera en la que Ginzburg entreteje su vida con su manera de pensar y, especialmente, la de las personas que la rodean ya que sobre ella habla poco. El tema de la autora por lo que llevo leído es el ser humano y su manera de comportarse y de pensar, ese es el “objeto” que le interesa sin duda alguna. 

La autora 

Nacida en Palermo en 1916 pronto se trasladó a vivir a Turín y luego, ya casada con Leone Ginzburg, vivió en Roma hasta que su marido fue asesinado en una cárcel de la capital por las fuerzas fascistas. Trabajó durante muchos años como redactora para la editorial Einaudi, en su sede en Roma, y allí murió en 1991. Léxico familiar fue publicado en 1963 y recibió el Premio Strega. 


La obra 

Léxico familiar contiene a Natalia y ella es aquellos que fueron antes de mí (Prólogo, 9). A la vez somos cada una de nosotras puesto que a través de lo cotidiano logra explicarse y explicarnos. Nada de lo que escribe nos resulta ajeno. Su manera de escribir se aproxima a la confidencia entre personas amigas, Ginzburg nos habla de su vida íntima y de la de su familia, los Levi. En las pequeñas confidencias familiares encontramos la dimensión universal de lo ocurrido en Italia durante el auge del fascismo y la guerra. Todo lo que aparece es real, sin embargo la autora pide que sea leído como una novela y así lo he hecho yo. 

La autora afirma que no es un libro sobre ella sino sobre su familia, los Levi, una familia judía y antifascista que vivió en Turín entre 1930 y 1950. El padre, profesor y científico, considera al Proust que lee su mujer (y que le resume a su marido) como un cataplasma. Sus hijos/as y mucha de la gente que le rodea es difícil que se libre de ser un borrico, los recuerdos sobre el padre y su manera de ver la vida son realmente divertidos. 

Un fragmento sobre Pavese 
Al amor y a la escritura se entregaba sin embargo con un estado de ánimo tan enfebrecido y tan calculado que nunca sabía reírse de ellos ni llegar a ser él mismo por completo. Y a veces, cuando ahora pienso en él, su ironía es lo que más recuerdo y lloro, porque ya no existe: de ella no queda ningún rastro en sus libros, y solo es posible hallarla en el relámpago de aquella maligna sonrisa suya (238). 
El padre de Natalia siempre les decía a sus hijos/as… 
Os aburrís porque no tenéis vida interior (24). 
Leerla es adentrarse en la gente común, en nosotras mismas.

viernes, 23 de septiembre de 2016

RADKA DENEMARKOVÁ, El dinero de Hitler

Un título que capta la mirada 

Casi hasta el final de la novela no sabemos la razón del título, en la página 193 de 206 páginas, la autora nos lo aclara. El dinero del Fondo Checo-Alemán para el Futuro que ofrecen a la protagonista por los años pasados en el campo de concentración, es considerado como dinero de Hitler. Y no añado más para no desvelar nada importante si leéis la novela.


¿De qué trata la novela? 

La historia está narrada en primera persona por la protagonista, Gita Lauschmannová que nos explica su vida en dos momentos, “Primer regreso, verano 1945” y varios regresos (del segundo al sexto) en verano y otoño de 2005. En la primera parte Gita tiene 16 años, regresa a su casa desde un campo de concentración tras sobrevivir al Holocausto y se encuentra con su casa ocupada por otra familia. Estamos en Puklice, un pueblo de los Sudetes checos de habla alemana y por ello objetivo temprano de Hitler para incorporarlo, como así ocurrió, al III Reich. 

Gita cree que cuando se identifique todo se aclarará y podrá instalarse en su casa a la espera de otros sobrevivientes de su familia, pero se encuentra con que sus bienes han sido repartidos y ella (y su familia) son acusados de ser alemanes por hablar dicha lengua. Pese a que está a punto de perder la vida alguien le ayuda llena de remordimientos y logra huir de nuevo hacia el campo. Un regreso que se tiñe de la mayor mezquindad y crueldad posible para alguien que ha perdido todo. 

Con 76 años Gita decide regresar de nuevo para hacer justicia, el comunismo había caído en Checoslovaquia y en el bloque socialista de Europa oriental y Gita se siente con fuerzas para regresar. Toda una vida afectada por lo ocurrido tras la ocupación nazi de los Sudetes y, especialmente, el Holocausto ira apareciendo ante nuestro ojos con toda su dimensión trágica.

La protagonista… 

Quizás lo más sorprendente es que resulta difícil empatizar con Gita, no porque no sea una víctima, que lo es, sino por el daño irreparable que el campo de concentración y todo lo que ocurre después a lo largo de su vida le causa. Una experiencia que anula a cualquier persona y de la que parece imposible poderse recuperar, esa fue la verdadera tragedia de los supervivientes y la razón por la que muchos se suicidaron.

A ello hemos de añadir la injusticia sufrida durante el régimen socialista que desdibujó la persecución sufrida por la población judía para dar relevancia a la heroicidad de los que lucharon para derrotar al nazismo. Parece claro que no debería ser incompatible el reconocimiento del sufrimiento de todas aquellas personas que fueron perseguidas y exterminadas por su religión o etnia y la resistencia contra el nazismo de las poblaciones ocupadas por el nazismo en toda la Europa oriental, pero de hecho el socialismo implantado en esos países tras terminar la guerra lo hizo incompatible.

Un párrafo, Gita nunca nombra el campo de concentración, siempre es allí… 
Tengo el poder de prevenirla y salvarla. Las compuertas se han abierto. Le cuento la peripecia de mi regreso, todas las andanzas de mi peregrinaje desde allí, donde me dejé mi piel de niña y me traje puesta otra llena de escupitajos, humillaciones y vergüenza (60). 
La novela está bien escrita y bien narrada. Su personaje central cautiva por su personalidad y por su manera de luchar para sobrevivir.