viernes, 27 de mayo de 2016

MICHEL DE MONTAIGNE, Los ensayos (según la edición de 1595 de Marie de Gournay).

LIBRO I (476 páginas).

Si habéis visto el lateral en las últimas semanas, este libro se instaló en mi vida lectora y lo he ido leyendo en paralelo con otras obras. Es un préstamo de la biblioteca que he renovado dos veces y que voy a dejar hasta el verano para seguir con el libro segundo (que ya he empezado).


Motivaciones lectoras…
Así puedo indicar las razones que me han llevado a este libro de 1669 páginas, Montaigne se me ha cruzado demasiadas veces leyendo otros libros como para no tentarme a acometer la lectura de Los ensayos. Dice J. Bayod Brau, en su estudio introductorio, que se trata de un libro para leer y para estudiar. Realmente en estos ensayos podemos encontrar los temas más diversos, pero especialmente encontramos al ser humano y todas las posibilidades de defectos, virtudes, maneras de ver la vida, comportamientos, pensamientos, emociones, etc. Y todo ello con el amable relativismo de Montaigne y un lenguaje asequible, actual y fresco como si nos hablara desde el siglo XXI. Pero no nos equivoquemos, el autor tiene cosas muy claras y en ellas se muestra mucho más contundente de lo que parece a primera vista, eso sí, estos ensayos permiten que cada cual lea la obra desde su perspectiva, sin imposiciones ni intolerancias. Y una de las cosas que más respeta es la palabra dada, tal y como señala en “Los mentirosos”, (capítulo IX):
A decir verdad, mentir es un vicio maldito. Solo por la palabra somos hombres y nos mantenemos unidos entre nosotros (49).
En su advertencia al lector, Montaigne señala que este es un libro escrito de buena fe y que su único fin es doméstico y privado, ya que su propósito no es alcanzar la gloria. Añade que lo que pretende es darse a conocer a las personas más próximas y que, por ello, no se adorna así mismo con bellezas postizas. No deja de ser una disculpa por si en estas reflexiones pudiera rozar terrenos peligrosos como la ira de los poderosos o la moral del clero. Se quiere situar en una posición difícil como dice en “Vanas sutilezas”  (capítulo LIV):
(…) si estos ensayos fueran dignos de ser juzgados, podría suceder en mi opinión que no gustaran mucho ni a los espíritus comunes y vulgares, ni tampoco a los singulares y excelentes. Los unos no entenderían bastante, los otros entenderían demasiado (453).
Como cada cual se para en lo que le interesa, he aquí una pequeña selección de temas y cedo la palabra a este gentilhombre tan interesante.


La formación de los hijos. Cap. XXV. O la importancia de frecuentar el mundo…
El juicio humano extrae una maravillosa claridad de la frecuentación del mundo. Estamos contraídos y apiñados en nosotros mismos, y nuestra vida no alcanza más allá de la nariz. Preguntaron a Sócrates de dónde era. No respondió “de Atenas”, sino “del mundo”. Él, que tenía la imaginación más llena y más extensa, abrazaba el universo como su ciudad, proyectaba sus conocimientos, su sociedad y sus afectos a todo el género humano, no como nosotros, que sólo miramos lo que tenemos debajo (201).

La costumbre y el no cambiar fácilmente una ley aceptada. Cap. XXII. O lo negativo de las costumbres…
(…) la costumbre es en verdad una maestra violenta y traidora. Establece en nosotros poco a poco, a hurtadillas, el pie de su autoridad; pero, por medio de este suave y humilde inicio, una vez asentada e implantada con la ayuda del tiempo, nos descubre luego un rostro furioso y tiránico, contra el cual no nos resta siquiera la libertad de alzar los ojos (127).
El hábito adormece la visión de nuestro juicio (132-133).
Catón el Joven Cap. XXXVI. Maravillosa esta manera de ver la poesía…
Pero la buena [poesía], la suprema, la divina está por encima de reglas y razón. Cualquiera que distinga su belleza con una visión firme y segura, no la ve, como no ve el esplendor del relámpago. No ejercita nuestro juicio: lo arrebata y devasta. El furor que aguijonea a quien sabe penetrarla, hiere también a un tercero al oírsela tratar y recitar (315).
La soledad. Cap. XXXVIII. Una de mis reflexiones favoritas…
Debemos reservarnos una trastienda del todo nuestra, del todo libre, donde fijar nuestra verdadera libertad y nuestro principal retiro y soledad (327).
Tengo muchos más fragmentos que he atesorado para cuando los necesite repasar, una lectura que se puede encarar de muchas maneras, leer a salto de mata los ensayos que nos puedan interesar, leer todo, y en orden, como yo he decidido hacerlo. Leerlo seguido o hacer descansos, cortos o largos… En fin, hacedlo como mejor os agrade, pero no dejéis de leer a Montaigne, seguro que os compensará.

¡Ay! Por cierto, olvidé deciros que Montaigne nació cerca de Burdeos en 1533 y murió en 1592. 

viernes, 20 de mayo de 2016

ITALO CALVINO, Las ciudades invisibles

Este libro acabó en mi estantería de libros pendientes tras la lectura de la reseña que hizo Paco Castillo 



En concreto, tal y como le dije en mi comentario, me cautivo esta parte de su excelente y recomendable reseña: 
...prosa exquisita, es un sibarita de la escritura. Es un deleite leer palabras que se pueden palpar, porque tienen texturas, que pueden olerse, porque desprenden aromas, o que pueden admirarse, porque contienen imágenes. 
 Impresiones… 

Me voy a dejar guiar por ellas sin más. 
Ciudades, posibles ciudades, inauditas, imposibles, impensables, ciudades infierno, ciudades cielo, ciudades microscópicas, ciudades colgadas, ciudades subterráneas, ciudades inventadas… o soñadas. Ciudades-tierras prometidas, visitadas con el pensamiento (…): la Nueva Atlántida, Utopía, la Ciudad del Sol, Océana, Tamoe, Armonía, New-Lanark, Icaria (170). 



No existe lo que no se sueña, no se sueña lo que no se piensa. Se trata de apartar lo que constituye el infierno y crear otra realidad, a ser posible una realidad que dure.

Marco Polo explica a Kublai Kan, emperador de los tártaros, las muchas ciudades que existen en su imperio, o lo que es lo mismo, las posibles configuraciones de la ciudad ayer, hoy y mañana. Ciudades felices y ciudades infernales, ciudades arrasadas por la basura y ciudades que huelen a limón, canela y bergamota. Ciudades dobladas, ciudades colgantes, ciudades en espiral, ciudades… 



Y con las ciudades un inmenso mundo posible en el que las ciudades se construyen pedazo por pedazo, hecha de fragmentos mezclados con el resto, de instantes separados por intervalos, de señales que uno envía y no sabe quién las recibe (170). 

Y es que Marco Polo habla y habla, pero es consciente de que el que le escucha sólo retiene las palabras que espera (145), por tanto, lo que dirige el relato no es la voz: es el oído. 


Las ciudades pesan sobre la tierra, abarrotadas de bienes, poder, jerarquías y ornamentos, pero en los sueños aparecen… 
…ciudades ligeras como cometas, ciudades caladas como encajes, ciudades transparentes como mosquiteros, ciudades filigrana para ver a través de su opaco y ficticio espesor (87). 
Hay ciudades que me han gustado especialmente: Isidora, Zaira, Anastasia, Eufemia, Zobeida, Ipazin y otras. Por elegir una me quedo con Aglaura, de la que se puede decir lo que sus habitantes repiten desde siempre: 
(…) una serie de virtudes proverbiales, otros tantos proverbiales defectos, alguna rareza, cierto respeto puntilloso por las normas. Pero la realidad es que no hay nada de cierto en cuanto se dice de Aglaura, y sin embargo de ello surge una imagen de ciudad sólida y compacta, mientras que los juicios dispersos que se pueden enunciar viviendo en ella no llegan a tener igual consistencia. El resultado es éste: la ciudad de que se habla tiene mucho de lo que se necesita para existir, mientras que la ciudad que existe en su lugar existe menos (81). 

 Realidades… 

Y es que Polo nos habla de realidades y de sueños, de ideas y reflexiones, en definitiva, de ese sustrato extraño que constituye la realidad. En esa realidad existe el infierno y el cielo, ninguno está por venir, ya existe aquí. Pero Calvino se refiere al infierno, no seré yo quien le enmiende la plana: 
El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera (…): aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio (171). 

Merece la pena dejar espacio a esta lectura… que en efecto tiene mucho de poema, escrita de modo exquisito.

viernes, 13 de mayo de 2016

PEDRO SALINAS, La voz a ti debida

¿Por qué este mar embravecido?


Porque me gusta verlo así

Porque los poemas me saben a salitre

Los versos a brisa airada

Las palabras huelen a mar furibunda

Las sílabas son la breve espera de una letra saltarina

Y el mar siempre es  poesía.

[Y HOY PASEABA POR LA PLAYA SOLITARIA PENSANDO EN SALINAS MIENTRAS EL OLOR MARINO Y EL OLEAJE ALTIVO CALMABAN MIS OJOS CANSADOS Y SE LLENABAN DE LUZ]

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¿Por qué leo poca poesía? 

¿Por su intensidad? ¿Por el grano de locura que requiere y no siempre estoy dispuesta a poner en la balanza? ¿Por cómo te desnuda en el instante que dura leer cuatro versos?

No se ve nada, 
no se oye nada. Me sobran 
los ojos y los labios, 
en este mundo tuyo. 

Es imprudente vivir sin la locura de la poesía 


Palabras pronunciadas por García Lorca cuando presentó algunos versos de Pablo Neruda, que como dice Nuccio Ordine en su La utilidad de lo inútil, hacen que vibren las cuerdas de nuestro corazón: 
La poesía requiere una larga iniciación como cualquier deporte, pero hay en la verdadera poesía, un perfume, un acento, un rasgo luminoso que todas las criaturas pueden percibir. Y ojalá os sirva para nutrir ese grano de locura que todos llevamos dentro, que mucho matan para colocarse el odioso monóculo dela pedantería libresca y sin el cual es imprudente vivir (67). 
Pueden estar reunidas en estas clarividentes palabras las razones por las que leo poesía de forma intermitente. Hay momentos en que la necesito como el agua fresca que sacia la sed y en otros momentos no puedo arriesgarme a dejar que nutra ese grano de locura que todos llevamos dentro. Siempre leo muy despacio la poesía porque un poema o un fragmento me deja ahíta y me resulta imposible asimilar otro poema más. 



En todo caso, este libro que me costó 1€ en la Cuesta de Sto. Domingo en Pamplona, me ha acompañado casi todos los días poco antes de cerrar los ojos para dormir y lo he disfrutado plenamente. 

Su autor 

Pedro Salinas (1891-1951), narrador, dramaturgo, ensayista, pero sobre todo poeta, publicó su primer poemario en 1923. La voz a ti debida forma parte de una trilogía junto con Razón de amor y Largo lamento, en el que repasa el amor desde el encantamiento inicial hasta que solo quedan cenizas o ni eso.



Autor muy influyente en la generación de poetas españoles de la posguerra, fue uno más de los escritores importantes que partió hacia el exilio al estallar la guerra civil. 

La voz a ti debida 

Quítate ya los trajes, 
las señas, los retratos; 
yo no te quiero así, 
disfrazada de otra, 
hija siempre de algo. 
Te quiero pura, libre, 
irreductible: tú. 
Sé que cuando te llame 
entre todas las gentes 
del mundo, 
sólo tú serás tú (37). 

La voz a ti debida (1934) es un largo poema en 70 fragmentos. El hilo conductor es el amor, desde que se produce el descubrimiento de la amada hasta el intento del enamorado por desvelar su esencia. La imposibilidad de aprehender dicha esencia cuando creía que ya la había agotado transita entre versos delicados. 

Y aquello que ella me dijo 
fue en un idioma del mundo, 
con gramática e historia. 
Tan de verdad, 
que parecía mentira (18). 

Salinas escribe con un lenguaje transparente, directo, claro como el agua del manantial. Y así llega a nuestros sentidos cuando lo leemos, parece que nos quita la sed, que olemos las piedras mojadas y sentimos la frescura de la noche de luna llena. 

Lo que eres 
me distrae de lo que dices. 
Lanzas palabras veloces, 
empavesadas de risas, 
invitándome 
a ir adonde ellas me lleven. 
No te atiendo, no las sigo: estoy mirando 
los labios donde nacieron (77). 

Me cuesta mucho reseñar un libro de poemas desde la extrema subjetividad que es donde se cuelan siempre los versos, quieras o no. 

Posesión tú me dabas 
de mí, al dárteme tú. 
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo? 
Sé que te volverás (125). 

Leer a Salinas siempre es recomendable y un enorme placer.

viernes, 6 de mayo de 2016

CORMAC McCARTHY, Ciudades de la llanura

“Trilogía de la frontera”

Concluyo la lectura de esta Trilogía que empecé a leer hace menos de un año (julio de 2015) con la impresión de que se trata de tres libros excelentes. Una trilogía que puede leerse en orden diferente al que plantea el autor (puesto que el primero y el segundo pueden leerse en primer lugar sin que se altere la idea motriz de la trilogía, eso sí, el tercero es el último), aunque yo los he leído por orden.

La idea clave de la trilogía es la soledad del hombre, y digo bien, porque son novelas en las que los protagonistas y el mundo que describe es masculino, la mujer aparece poco y, aunque tienen un papel importante como depositaria del amor y, a la vez, como provocadoras de la desgracia, tienen un papel secundario siempre. La soledad del vaquero que se agarra a un mundo, el de los que trabajan en el espacio natural de las praderas, que desaparece frente a la urbanización y el sedentarismo. Un mundo también de frontera entre el norte y el sur con todos los desencuentros y conflictos que genera. Y un mundo de lealtad, amistad, valor y esfuerzo, valores que parecen en decadencia ante la nueva sociedad que se abre paso a principios de la década de 1950. 


La historia y los protagonistas… 

Los dos jóvenes protagonistas de las anteriores novelas, John Grady y Billy Parham, trabajan juntos en un rancho de Nuevo México que está a punto de ser expropiado por el ejército. Esa situación precaria simboliza la extinción de un tipo de vida libre, solitaria e independiente. No hay salida para quienes se obstinan en mantener ese tipo de vida que no se adapta a la realidad, algo que al final de la novela quedará patente en la conversación que un anciano Billy sostendrá iniciado el siglo XXI con un vagabundo que se encuentra cerca de una autopista. 
(…) en sueños habitamos esa gran democracia de lo posible y en ella somos en verdad como peregrinos. En ella salimos al encuentro de aquello que vamos a encontrar (267). 
Un aspecto común de McCarthy es introducir la reflexión, a veces a través de personajes secundarios muy peculiares (como ese vagabundo que se encuentra en el camino Billy o el desmemoriado propietario de la granja en la que trabajan ambos), sobre la existencia y la eternidad, la muerte y la vida. 

Solo el encuentro de John con Magdalena, una joven prostituta de la que se enamora, romperá la calma de una vida cuyo centro está en la relación del hombre con la naturaleza, mediada por el vínculo con los caballos, siempre protagonistas en estas novelas. 

Como en las anteriores novelas está presente el recurso literario del silencio que se apodera del relato de manera magistral y que se refleja a través del pensamiento, dándole al relato una fuerza enorme. 

La nostalgia de un mundo perdido… 

(…) echo de menos la vida de la pradera. Hice la trashumancia cuatro veces. Fue lo mejor de mi vida. Lo mejor. Viajar. Ver otra región. No hay nada igual en el mundo. Ni lo habrá. Sentarse junto al fuego con el rebaño bien acostado y sin viento. Preparar un poco de café. Escuchar las historias de los viejos vaqueros. Buenas historias. Liar un cigarrillo. Dormir. El mejor sueño es al aire libre. No hay nada igual (177). 
La belleza de la pradera… 

Señaló hacia la puesta de sol. Rojo laminar. El fresco del crepúsculo estaba allí y empezaba a rodearlos (176). 
Hacia el sur la fina línea verde del río parecía una raya de lápiz de color en medio de aquel yermo bistre y malva. Al fondo las montañas de México en azules y grises pálidos que se desteñían en lontananza. La hierba que cubría la mesa se retorcía a merced del viento. La avanzadilla de una tormenta se encaminaba hacia el norte (217).


Y una reflexión… 

El mundo de nuestros padres reside dentro de nosotros. Más de diez mil generaciones. Una forma sin historia propia no es capaz de perpetuarse. Lo que no tiene pasado no tiene futuro. En el meollo de nuestra vida está la historia de la cual se compone y en ese meollo no hay idiomas sino únicamente el acto de saber, y es esto lo que compartimos dentro y fuera de los sueños. Antes de que hablara el primer hombre y después de que el último calle (264). 

Conclusión 

Un escritor que confirma con esta trilogía mi admiración por su manera de narrar tan a la americana (norteamericana en realidad): frases cortas, concisas, cortadas a cincel. Temas centrados en solitarios inadaptados que se enfrentan a las fuerzas de la naturaleza y a la maldad del ser humano a cara descubierta. El canto a la libertad individual y a la amistad, como elementos que dan sentido a la vida.